Allá que se quemen en el infierno los que inventaron que alguna vez usted se refirió a los compañeros con el «pinches periodistas»; que se consuman en lava ardiente los que lo acusan de tener algo que ver con la muerte del cantante Gibran; vaya usted a saber cómo es que su señal de celular fue a aparecer en sus instalaciones de la Academia de Policía. Que los gusanos devoren los ojos de aquellos que dicen que usted se enriqueció ostentosamente aceptando dinero de narcotraficantes.
Nos consta que una persona proba como usted, lo consiguió todo con el sudor de su frente. ¿Cuáles ranchos, cuáles empresas, cuáles casas, cuáles yates, cuáles helicópteros, cuáles empresas de seguridad, cuáles hoteles spa, cuáles edificios, cuáles cuentas en bancos extranjeros? Nada está a su nombre, todo pertenece a su familia que son gente de mucho trabajo, como su entenado, por ejemplo. Por favor, Arturo Bermúdez Zurita, perdónenos, después de leer ese documento que envió a todo mundo, particularmente a los del gabinete perdonador del gobierno entrante, sólo nos queda vivir con la culpa de alguna vez haberlo considerado un asesino.