Según el poema “Definición de amor” de Francisco de Quevedo, éste “es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado”. El amor, sentimiento que ha sido motivo de películas, canciones, poemas, cartas, discursos, pinturas y toda expresión posible, se hizo presente en un caso muy peculiar. El amor en los tiempos del cólera del afamado Gabriel García Márquez podría ser un ejemplo de que hasta en los tiempos más difíciles, los más accidentados, los más inesperados, puede encontrarse.
Y fue precisamente la petición de El Chapo al juez de distrito para que éste le concediera un “gesto humanitario”, y que le permitiese, el próximo martes, cuando comience su juicio formalmente, abrazar a su guapa y joven esposa, Emma Coronel, a quien no ha podido ver ni hablar siquiera por teléfono desde que fue extraditado hace casi dos años.
Uno podría imaginarse que el narco más buscado del mundo, que se ha escapado dos veces de prisiones de máxima seguridad, que ha estado en varios episodios violentos y al que se le atribuyen cientos de muertes de sus enemigos, no podría tener una petición tan romántica como esa, pero nos equivocamos porque al parecer como todos, él también tiene su corazoncito.
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