Un verdadero choque de trenes se dio este domingo por la noche al dar a conocer la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) entre el poder casi absoluto de Andrés Manuel López Obrador, y por otro lado los barones del dinero, agrupados en varias cámaras de comercio. En Libertad bajo Palabra (LBP) lo anticipamos con cierto sarcasmo e ironía, era una victoria cantada que se escogiera Santa Lucía como el espacio del nuevo aeropuerto.
El presidente electo es un zoon politikón, un animal político que conoce y sabe las consecuencias de sus actos. El tabasqueño es uno de los hombres mejor informados del país y tenga por seguro que cuenta con la información suficiente para sospechar de malos manejos, trastupijes, transas y moches en la licitación y construcción del aeropuerto de Texcoco. Sin embargo, no deja de sentirse cierto dejo de autoritarismo. La consulta por el nuevo aeropuerto parecía un certamen para escoger reina de carnaval; ésta carecía de rigor metodológico y de confiabilidad.
Para muchos, era mejor que el tabasqueño hubiese agarrado el toro por los cuernos y, de frente a la nación, ya como presidente de la República y con informes y estudios fidedignos, rectificara y pusiera las nuevas condiciones para continuar con el aeropuerto de Texcoco. No obstante, se dejó llevar por su promesa de campaña. Ya se verá más adelante en qué termina esto.
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