Muchos incondicionales que le juraron amor eterno a la maestra Elba Esther Gordillo le dieron la espalda cuando ésta se hizo huésped distinguida del fresco bote. La silla de la mal caída maestra aún conservaba el aroma de mujer cuando Díaz de la Torre acomodaba sus posaderas. Los seccionales, como huérfanos confundidos, le dieron el visto bueno a Juan Díaz de la Torre. Total, «muerto el rey, viva el rey». Sólo la mencionaban en chismes de café y algunos de plano se regocijaban de la desgracia de la chiapaneca.
Sin embargo, olvidaban que, en política, nadie está completamente muerto. Para la maestra Gordillo el tiempo y las circunstancias soplaron a su favor. Su estructura familiar y de aliados incondicionales fueron colocados en el tablero morenista y, como drones, fueron manejados profesionalmente por la maestra. Esta jugada caló para bien en el ánimo de los jorocones de Morena, especialmente en el de Macuspana, Tabasco.
Hoy que la maestra está libre, cerca de donde se parte el queso y con todas las posibilidades de regresar a cobrar facturas al SNTE, sus traidores se cambian la camiseta. Los incondicionales de Díaz de la Torre, sí, esos traidores que la negaron tres veces antes de que el gallo cantara, regresan con la cola entre las patas a declararle nuevamente su amor eterno. ¡Pinches líderes patéticos!
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