Millones y millones de peos desfalcados, presupuestos derrochados, participaciones adueñadas por un grupo de funcionarios públicos y secuaces que se valieron de esa ausencia o quizá complicidad. David Rogelio Colmenares tiene razón, los auditores en los estados no sirven ni para el bendito, antes bien es un puesto del que ellos se pueden servir.
Pues a manera de extorsionadores, pueden amagar a alcaldes y funcionarios públicos para que aflojen una lana a cambio de que las cuentas de sus municipios o secretarías cuadren; o si no, que le pregunten a los sobrinos de Lorenzo Portilla.