Édgar Landa Hernández / De vez en cuando, no tan frecuentemente, me gusta husmear dentro de mis cosas. Buscar entre los libros y sobre todo en el estante donde se encuentran mis apuntes, mis libretas donde escribo mis diarios y encuentro cosas que ya no utilizo. Si, en su momento fueron parte fundamental, pero después se desusan y ahí permanecen ocupando un lugar en el espacio.
Y es ahí cuando minuciosamente voy escogiendo lo que me podrá servir en un futuro y lo que ya de plano no debe de estar. ¡Y hago una limpieza profunda!
Y así sucede con mi vida.
En ciertos momentos cuando el silencio es mi aliado, cierro mis ojos y empiezo a husmear dentro de mi mente. Y encuentro infinidad de momentos, personajes, alegrías, sonrisas, tristezas y ¡nuevamente hago lo mismo! Inicio una limpieza total.
Detalladamente rememoro cada vivencia, tomo lo mejor y me lo guardo; no solo en la mente sino en un cofrecito que llevo en mi corazón donde aseguro lo mejor, lo selecto. Qué al final de mi camino, creo que es lo único que permanecerá conmigo hasta el final de mis días.
Todo lo que existe en mi mente es necesario, pero no todo es indispensable para proseguir en mi ruta evolutiva, que a decir verdad, siento que es más de la que yo imaginaba. Por eso, cada cierto punto me sitúo en el lugar más silencioso, cierro mis ojos y agradezco por tener la sensatez y cordura para poder discernir entre el bien y el mal. Y empieza la limpieza. Lo que dejo ir también lo agradezco que, aunque fueron breves momentos me ayudaron y así lo veo, como un mero reconocimiento a su utilidad.
Momentos después, abro mis ojos y veo de diferente manera, todo lo veo más claro, con una nitidez que me admiro y quedo maravillado de la vida.
Hoy también te invito a que hagas una limpieza y ocupes tu nuevo espacio para llenarlo de cosas mejores.
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