La democratización sindical, tan anhelada por trabajadores afiliados a los sindicatos, pasará de largo en este sexenio. Las señales indican que el Estado tratará de llevar la fiesta en paz y dejará, a nombre de la autonomía y soberanía sindical, que los trabajadores se las arreglen solos con sus patrones. La cercanía y escarceo de los líderes sindicales con el poder en turno, es una señal muy clara de que el poder establecido y elegido democráticamente prefiere una relación de más vale malo por conocido, que bueno por conocer.
Lo que deben de tomar en cuenta los gobernantes es que el poder y el motor que mueve los movimientos es precisamente el hartazgo y complicidades. Los senadores, diputados y gobernadores de Morena no deben olvidar que llegaron al poder precisamente porque se busca una manera diferente de hacer las cosas.
Es cierto que se deben guardar las formas y privilegiar al diálogo, pero si se muestra una actitud soberbia y obcecada y, sobre todo, si se deja de lado las peticiones del respetable electorado que los encumbró en poder y se privilegia a los líderes, que en el pasado chocaron contra los trabajadores, sólo serán debut y despedida en el ámbito gubernamental.
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