Desde el fallido reinado de Maximiliano, la proclamación de Agustín de Iturbide como emperador y los intentos fallidos por convertir a México en una monarquía, en el país se quedó la sensación de quienes ostentaban el poder debían ser tratado como monarcas. Esa política no escrita permitió que los presidentes mexicanos fueran tratados como verdaderos reyes. Sus familiares eran considerados de la realeza presidencial, una verdadera monarquía ofensiva en un país con más de 60 millones de pobres.
Desde luego que la esposa del presidente recibía un trato preferencial, se le daba el nombramiento de primera dama y un cargo honorifico en el Sistema de Desarrollo Integral de la familia (DIF), claro que, con un sueldo bien abultado, y a su disposición cientos de empleados y recursos públicos. Pues a todo eso la esposa del presidente electo, Beatriz Gutiérrez Müller, le dijo que no.
Y es que los que conocen de cerca a la esposa de Andrés Manuel López Obrador saben que es una mujer sencilla, que se dedica a dar clases, y que es buena amante de las letras, pues ha escrito varios libros. Un perfil muy alejado de la frivolidad y suntuosidad que varias esposas de expresidentes han dejado por la residencia oficial de Los Pinos, por cierto, este último se convertirá en un centro para promover la cultura del país.
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