Javier Duarte no actuó solo. Como el jefe de la mafia que gobernó el estado de Veracruz de 2010 a 2016, repartió sus territorios y dejó que sus secuaces operaran desde sus cotos de poder. Después, a algunos de ellos, para protegerlos a sabiendas de que su crimen se descubriría, los hizo diputados federales con fuero. Pero ese fuero no es eterno, ese fuero tenía fecha de caducidad y en el primer segundo de este primero de septiembre Tarek Abdalá, Alberto Silva, Adolfo Mota, Édgar Spinoso, Jorge Carvallo, Érick Lagos y Noemí Guzmán vuelven a ser mortales ante la justicia de México.
Por supuesto, millones de veracruzanos esperan que a estos saqueadores se les aplique la ley y los alcance la justicia. En cualquier otro país así sería, pero en México la voluntad política está por encima de la ley, por encima de la justicia. La voluntad política puede convertir un culpable en un inocente, un inocente en un culpable, un culpable en un culpable y un inocente en un inocente.
En este país no cuentan los pecados que cometiste, sino las limosnas que diste en la parroquia donde confesaste tus pecados. Si no hay voluntad política, los sujetos que pierden su fuero el primero de septiembre seguirán gozando de libertad. Pero si hay voluntad política para hacer justicia, no habrá lugar en el mundo donde escondan la cabeza, porque de ahí los van a ir a sacar.
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