¿Con qué cara se atreve Lorenzo Portilla a decir que el trabajo que realizan en el Orfis lo hacen de «manera profesional, íntegra, dentro del marco legal, de acuerdo a los lineamientos que establece la normatividad»? ¿Con que cara se presenta ante una sociedad agraviada por los tremendos desfalcos que ocasionó el gobierno de Javier Duarte, desfalcos que él nunca reportó sino hasta que terminó el sexenio duartista?
Vaya cinismo el del auditor del Orfis, quien dice que el trabajo de fiscalización lo llevan a cabo por «servidores públicos con experiencia probada en auditoría, con certificaciones en fiscalización o posgrados en los diferentes ámbitos de su especialidad». ¿Cómo puede decir eso cuando tiene una banda de sobrinos que se dedica a extorsionar, según ellos, por instrucciones de su tío quien requiere efectivo para pagos de “carácter personal”?
A Lorenzo Portilla y al Orfis no se le critica ni se le señala por su mal desempeño, se le acusa por las evidencias que han surgido donde se ve la manera cómo extorsiona. Portilla y su pandilla traicionan eso que buscan promover: «la integridad y los valores fomentando la creación y aplicación de los Códigos de Ética». Pueril, descarado y cínico un auditor que, de acuerdo a las evidencias, ha utilizado el Orfis para enriquecerse él y sus sobrinos.
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