La Reforma Educativa, junto a su Ley del Servicio Profesional Docente, sólo ha traído dolores de cabeza al maestro. Hay casos muy concretos de docentes nuevos que resultaron idóneos para una plaza y, sencillamente, sus adscripciones de trabajo están durmiendo el sueño de los justos, algunos ya llevan cuatro años de peregrinar sin recibir respuesta de la SEP. Otros más son víctimas del burocratismo oficial, en algunos casos sus folios se encuentran extraviados.
Existe el caso del maestro José Luis Cervantes el Estado de Yucatán, quien está bien calificado con dos maestrías y quedó en segundo lugar al presentar el examen del Servicio Profesional Docente para ocupar una plaza en el nivel de Bachillerato. Cuando llegó a reclamar su plaza le dijeron: «No maestro, no tenemos nada para usted». Casos como éstos se repiten constantemente en todo el país.
Es cierto que las plazas ahora se deben asignar de manera meritoria mediante un examen de conocimientos, hasta ahí estamos bien, no obstante, el tortuguismo burocrático hace ineficiente este método.
Si el nuevo gobierno quiere dejar este método de selección laboral, adelante, sólo que se debe pulir y eliminar la intromisión de sindicatos en la asignación de lugares. Ya que muchas veces los supervisores buscan acomodar a sus familiares y allegados y los nuevos prelados quedan bien pelados con los lugares más lejanos.
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