El segundo intento frustrado fue irritante, sobre todo por la clase de presidente impuesto que México se ganó a pulso. Un presidente instalado por un grupo de empresarios que hicieron del país su botín; un presidente al que, desde el escándalo de la Casa Blanca, se le dejó de tener respeto. Pero como dicen por ahí, la tercera es la vencida. Andrés Manuel López Obrador no cejó en su intento por ser presidente de la República.
Él mismo advirtió que sería el último intento y que si no ganaba las elecciones se iría a “La Chingada”. Pero esta vez tenía todo a su favor. Un presidente débil, un candidato gris, otro candidato mentiroso y manipulador y una ciudadanía harta. López Obrador llega como el presidente con más respaldo, con todo el poder, con más poder del que esperaba. Ahora el problema será, cómo administrar todo ese poder y cómo relegarlo sin que sus funcionarios abusen de éste.