Un día ardiente

Ardiente
Hidratarse bajo un día ardiente FOTO: WEB
- en Opinión

Édgar Landa Hernández / Se siente y percibe lo caliente del día, un sol abrasador emprende a hurtadillas y se lleva las fuerzas, las toma de rehén y las engulle entre millones de rayos que hacen mella en la tierra.

Mucho más en los seres humanos. Botellas con agua mitigan un poco, pero es un simple espejismo.

La sombra aparece aún bajo las copas de los árboles, a lo lejos se percibe el espíritu de la incandescencia, se vuelve fantasmal y se convierte en una realidad efímera, impostergable.

Rostros cansados se aprecian a medida que recorro las calles, rostros hastiados de todo, ¡hasta de sí mismos! No hay lugar para apaciguar el cansancio. Un leve viento refresca, más no en los pensamientos, esos arden y se incineran y en un santiamén desaparecen. No son más de este mundo.

El ruido de los transeúntes se pega, se adhieren al asfalto, al pavimento y sugieren una tregua para descartar alguna trifulca. Más no sucede y se revierten las causas, y las posibilidades de encontrar una zona de mayor confort son nulas.

El sudor se convierte en ácido que quema y las causas sobra decirlas.
Algunas veces se trasladan a los ojos impidiendo ver más allá de una creación tangible, transmuta en situaciones que difieren de una realidad verdadera consolidándose únicamente como meros espectros, así a secas.

El sistema meteorológico pronostica aún más calor para las próximas horas, reviso nuevamente y es cierto, la temperatura oscila más allá de una media a la que estamos acostumbrados y prácticamente nos cocemos en nuestro jugo.

El sol cambia de fisonomía y de matiz. Tiempo de cambios, de buscar frescura a soluciones de mentiras pasadas, para refrescar las verdades venideras.

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