La eficaz maquinaria tricolor de corte electoral que por décadas mantuvo en el poder al PRI, esta vez no trabajó para el PRI, muy al contrario, le jugó en contra. Muchos seccionales recibieron el recurso para movilizar a la gente, pero los dejaron votar libremente y éstos rápidamente votaron por Morena. La comunicación fue permanente entre los alfiles magisteriales que mandó al campo de batalla la maestra Elba Esther Gordillo.
Los que pensaron que este ente político se iba a quedar con los brazos cruzados, no conocen a la maestra. Puso a su gente a vaciar a Nueva Alianza, les quitó, delante sus ojos, su estructura; ésta votó por Morena. Del partido turquesa sólo quedó el cascaron y seguramente será borrado del mapa político al perder su registro.
El mejor aliciente para apoyar al tabasqueño fue un sentido de justicia que raya en la venganza contra el usurpador Díaz de la Torre. El nieto de la maestra, René Fujiwara, fueron los ojos vigilantes en las Redes Sociales Progresistas Magisteriales para cuidar el preciado voto de AMLO; su yerno, Fernando González, operador político y financiero de la maestra, fue el enlace con gente clave el día de la elección. Y su entrañable colaborador Rafael Ochoa Guzmán, sigiloso como un zorro, hizo sentir la presencia de la maestra.
Lo cierto es que hubo gente con proba experiencia que trabajó para AMLO. La pragmática y muy criticada alianza que AMLO mantuvo con la maestra Gordillo, funcionó, y funcionó bien. Nadie puede dudar que la mano que meció la cuna con los maestros el domingo primero de julio, fue una mujer apostada en su lujoso departamento de Polanco. Una mujer, que en unos cuantos meses dará mucho de qué hablar, ese es su estilo.
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