Ante un modelo educativo 2018 que está por iniciar en el próximo ciclo escolar 2018-2019 en la educación obligatoria del Sistema Educativo Nacional, los maestros mexicanos se apuran a terminar las actividades de la asignatura que dan en el nivel básico. Muchos se enfrentan a una plataforma tiesa y lenta, y por eso trabajan en la madrugada. Algunos se hacen bolas al analizar la estructura del currículo, que responde a tres componentes y éstos a su vez a la naturaleza diferenciada de los aprendizajes propuestos para cada componente y a la especificidad de la gestión de cada espacio curricular.
Si bien es cierto que el modelo educativo parece novedoso, es preciso hacer notar que la denominación de los dos primeros se refiere al tipo de contenidos que cada uno abarca, mientras que el tercero se refiere específicamente a las decisiones de gestión sobre los contenidos de ese componente. Si bien cada componente cuenta con espacios curriculares y tiempos lectivos específicos, los tres, según el currículo, interactúan para formar integralmente al educando.
Lo cierto es que estos aprendizajes claves, entendiendo que son un conjunto de conocimientos, prácticas, habilidades, actitudes y valores fundamentales que contribuyen sustancialmente al crecimiento integral del estudiante, no todos los docentes cuentan con la estructura requerida para enseñarlos, y en las zonas marginales, están más preocupados por qué comer que por que aprender. Esa es la clave.
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