Era demasiado bueno para ser candidato del PRI a la presidencia de la República. Ni siquiera era priista, se decía un funcionario público que no militaba en ningún partido y por eso saltó del gobierno de Fox al de Calderón y de ahí al de Peña Nieto. Por eso lo hicieron candidato, porque el partido que lo postulaba pensó que, si ponían a un priista tipo Osorio Chong, el rechazo popular no les daría posibilidad de ganar.
Pensaron tanto en sus virtudes, que se les olvidaron los defectos. A los pocos los defectos afloraron, Meade era demasiado bueno para ser candidato, con eso no se puede avanzar. Entonces lo volvieron vil. Lo obligaron a tomar como bandera el caso de Nestora Salgado, a quien acusó falsamente; asimismo calificó en más de dos ocasiones a López Obrador como cómplice de la delincuencia organizada.
Ahora, a unos días de la elección, Meade recuerda a su mentor Calderón y suelta una frase que es contraria a la democracia que pretende ejercer: «Vamos a ganar haiga sido como haiga sido»; muy maquiavélico señala que el fin justifica los medios. Así sea por un fraude, Meade, envilecido, está dispuesto a ganar.
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