Y mi voto es para…

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Édgar Landa Hernández / Durante largo tiempo fui donador de sangre y plaquetas para los niños con cáncer que se encontraban en el “CECAN”, centro de cancerología de Xalapa, Veracruz. Otras más, recurría al antiguo “CEM”, o al mismo centro estatal de la transfusión sanguínea “para compartir las esperanzas de vida que a través de mi plasma se veían favorecidos más de una docena de pequeñines que esperaban pacientemente por un milagro de vida. La mayoría de las veces sonreía yo junto a sus padres por ver el desarrollo posterior a la enfermedad, otras veces nos fruncíamos del dolor por ver partir a alguno de ellos.

Era yo un donador voluntario, y mi expediente estaba registrado. Regularmente me efectuaban chequeos médicos para poder contribuir con mi granito de arena, permaneciendo saludable el mayor tiempo posible. Era indescriptible ser parte del milagro de la vida. Los fármacos que se utilizan para combatir esta enfermedad llamada cáncer son caras, desafortunadamente la población más vulnerable son la gente humilde, la que desde sus congregaciones hacen largos viajes, venden lo que tienen a su alcance para poder sopesar las vicisitudes que esta enfermedad conlleva, no todos corren la misma suerte.

He visto y vivido tantas historias que se compadece uno de la gente que tienen mucho en común, dan sin pedir nada a cambio. Únicamente por el gusto de dar. Maliciosamente personas sin escrúpulos, durante mucho tiempo, se burlaron de la necesidad de la gente, Secretarios de salud solapaban a diestra y siniestra a dizque proveedores, los cuales cambiaban dosis de medicamentos por únicamente agua destilada. Personajes van, personajes vienen y ninguno habla realmente de un cambio referente la salud de las personas. Todo es una verborrea política con tal de llevar más agua a su molino.

¿Realmente les importará  la salud de sus gobernados? Tan solo basta darse una vuelta por los diferentes centros de salud de la ciudad, carencias al por mayor, medicinas caducas, espacios no suficientes para cientos de derechohabientes que tienen que estar en salas ambulatorias mientras se desocupen las camas que habrán de servir para mitigar el dolor de las personas.

Indiscutiblemente en nuestro México solo existen dos clases sociales, los pobres y los ricos, siendo estos últimos una minoría que tiene atrapado a una sociedad que está harta de lo mismo, de una impunidad que se prolifera cual sarampión sin vacuna alguna. Políticos con licencia para robar sin que nadie les haga frente, o al menos que los detengan.

Es curioso, cuando un pobre roba primero lo detienen y después consiguen las pruebas, pero a un político es diferente, tienen las pruebas irrefutables de sus latrocinios, pero se amparan ante un juez federal que por una jugosa suma de dinero tramita inmediatamente sus amparos. Así de fácil y sencillo. Los mexicanos no queremos ni esperamos a un mesías, pero si a alguien que empiece a poner orden en la casa, uno que se identifique con la pobreza, que entienda que el poder se hizo para servir y no servirse de los demás.

Un político que apueste por México, que le dé nuevamente su prioridad al campo, y no solo migajas para tener contentos a las personas de escasos recursos. Los mexicanos no queremos que nos regalen dinero, pero sí que se den las oportunidades a cientos de jóvenes que por no tener una experiencia se les niegue el acceso al trabajo. Todo cambio conlleva un sin número de repercusiones y sobre todo de procesos que coadyuven a un bienestar en general.

Nuestro México quiere tener a alguien que sea el guía de esta nave que se encuentra a la deriva y al mando de unos cuantos, los mexicanos quieren ver que su poder adquisitivo no sea raquítico como sus salarios, donde cientos de familia no llegan al final de su quincena con el dinero necesario para contribuir al gasto familiar. Hoy es tiempo de iniciar entre todos un nuevo rumbo.

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