Lo que Javier Duarte hizo, y permitió que se hiciera en el estado de Veracruz, está más allá de cualquier daño moral, lo que Javier Duarte hizo se puede calificar de “daño inmoral”. El entonces gobernador desde que llegó, relatan los que lo acompañaron en su travesía, articuló los mecanismos financieros para agenciarse la mayor cantidad de dinero posible. Javier Duarte creó prestanombres, empresas fantasmas, fideicomisos. Colocó a sus alfiles en los lugares adecuados para que el dinero de la Federación se pudiera desviar hacia las arcas que tenía dispuestas para ello; en algunos casos aljibes que se llenaron de cajas de huevo llenas de dinero en efectivo.
En otros casos creó sus propias financieras desde donde triangulaba cantidades de dinero que terminaban depositadas en cuentas de sus mejores amigos. Vaya, Javier Duarte hasta arregló el testamento de su íntimo Moisés Mansur Cysneiros, para quedar como beneficiario, siendo que Mansur ya se había hecho propietario de varios inmuebles y cuentas en el extranjero con las que pagaba los caprichos de «la que merece abundancia».
Javier Duarte tuvo un apetito de berraco, de esos que están reservados para acabar con todo; su codicia fue a tal grado que nunca pensó que con la centésima parte de lo que ya había robado pudo salir impune y gozar de la vida sin ningún problema económico en cualquier parte del mundo.
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