Édgar Landa Hernández / “El amor y la poesía sí pueden cambiar al mundo” La sonrisa marca la dirección, como saeta que veloz busca su destino. Inspiración incesante que se abre presenciando el amor que oculta y se extiende en el ser, en lo alto, en la llanura que encumbra para abrir nuevas fronteras, sin límites ni credos. El amor, el respiro, la mirada furtiva que habita mi cuerpo, ahí donde inicia la historia, donde el amor enaltece. Escribo mientras el gris del día se hace presente, donde crece la algarabía, y el sol está ausente.
Expresar el amor que llevamos dentro se convierte en diferentes etapas en el detonante de un desconocimiento hacia nosotros mismos. Rituales que se crean a través de un sentir sin igual en el polifacético universo donde son las adversidades fuente inagotable de creación, de hilvanar consciencia y ser mejor que ayer, que hoy, dejar grabado en cada corazón la vida que sigue, la que acecha a cada paso que damos dándonos las sorpresas en la cual quedamos perplejos por tanto amor que el creador nos obsequia día a día.
Amor, palabra perfecta que se conjuga con la hermosura del manto celeste, del suspiro que a la luz de la redondez refulgente se convierte en queso y pende de allá arriba, de donde existe todo y todo se recrea. Allá desde lo alto. Amor a Dios, a todo lo que tiene vida, a lo visible, a lo que nuestros ojos no son capaces de ver convirtiéndolo en una amistad inequívoca que traspasa los umbrales, abre las puertas de todo.
Amistad, posibilidad de una palabra que es corta, tres vocales, cuatro consonantes. Asfixia con el significado magnificando su esencia. El amor y la poesía sí pueden cambiar al mundo.
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