Édgar Landa Hernandez / La vela arde de diferente manera, la cera cae con desesperación hasta quedarse cuajada en el recipiente propio para ello. La flama, en ocasiones se torna en el vaivén de la incertidumbre, pareciera que se apaga, pero recobra su luz y vuelve a iluminar, solo la observo a regañadientes, hasta me da coraje, ya que se decida; o se apaga o sigue aquí, junto con mis desvelos. Ante tantos disparates de un proceder que usurpa en las ideas que se han desgastado junto a las letras.
Y mientras esto escribo, mi amigo y escritor Armando Ortiz, se desplaza dentro de la palabra la amena charla que fluctúa entre la razón y los sueños, entre quimeras y realidades. Es increíble lo que se asimila y se conecta con el sentido en el incesante aprendizaje hacia la literatura. Poseer en mente los motivos en lo cuales se disipen las ideas, se ordenen y se transformen en un sentido sin igual para que se pueda leer de una forma amena y precisa, es el prólogo dentro de una insistente y manipuladora creatividad que envuelve y me convierte en el narrador de este viaje donde comparto y revivo al fin el sentimiento, porque escribo bajo el influjo del amor.
Sonrío y de nuevo recomienzo, prosigo, hoy aprendí de nueva cuenta y obtengo lo que quiero y me conviene así, a secas, tal como la misma vida que me ha llevado por el sendero de una ruta que atestigua que voy por buen camino, sin frontera alguna, simplemente guiándome por la razón y sobre todo en las escalas que dicta el creador, el que me puso aquí, y aquí es donde agradezco.
La vela se ha desintegrado y únicamente quedan las pavesas de lo que alguna vez existió, es hora de partir y recrearme entre sueños los aconteceres de una vida que habita en el alma vieja de un ser sin igual.
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