Lo curioso es que antes, los periódicos impresos, que los había muchos, publicaban en primera plana y a ocho columnas estas obviedades que rayaban en la imbecilidad.
Pues para que no lo extrañemos el padre Quintín, como Lázaro, salió de su tumba para soltarnos una perla que se debe labrar en piedra y colocarse en la entrada de la Catedral: «Un homofóbico no existe, se lo inventó el movimiento gay para que tú no puedas expresar nada. Cualquiera que exprese algo que no esté de acuerdo con la homosexualidad es homofóbico, es un enfermo». El padre Quintín no es homofóbico, imbécil, tal vez.