No extraña que Esmeralda Mora Zamudio no entienda que, sin importar que la acción de degradar a una mujer lo hizo fuera de su horario de trabajo, lo relevante es que ella representa en todo momento a una Institución que debería dignificar a la mujer. Lo censurable de su acción está en el fondo, no en la forma. Un funcionario público es eso, público, y su comportamiento debe ser por lo mismo ejemplar, tanto en su tiempo libre como en su tiempo de trabajo; a eso se le llama congruencia.
Pero si ella cree que sólo en su horario de trabajo se debe conducir como una mujer, entonces «comamos y bebamos porque mañana hemos de morir». Como dijimos, no extraña que la directora del Instituto Municipal de la Mujer no entienda el punto, pues la señora a ojos vistas se advierte es una improvisada; es alguien que llega ahí no por su trabajo como activista en favor de las mujeres, sino como activista en favor de su partido, Morena.
Mora Zamudio no se arrepiente ni piensa disculparse y su alcalde, el mitómano Víctor Carranza, no la va a despedir porque los dos parten del mismo origen, la incongruencia.
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