No fue un asunto espontaneo, fue una lucha que lleva años, incluso décadas. Se hicieron muchos estudios de salud y sociales para que el estado de California en Estados Unidos pudiera, a partir del primero de enero de 2018, legalizar la venta y el consumo de mariguana, no sólo para usos medicinales o terapéuticos, sino para uso recreativo.
Es decir, si anda usted en California y le dan ganas de fumarse un “churro”, pues nada más pase a un expendio y si tiene 21 años puede pedir al menos 28 gramos de mariguana. Pero si es usted más orgánico, pues siembre su propia mariguana, ya que la “Proposición 64”, aprobada por los californianos, le permite tener hasta seis plantitas de mariguana que las puede incluso poner en su sala para que le sirvan de decorado.
El primero de enero, a pesar de la fiesta de fin de años y de la resaca, los expendios se abarrotaron con ciudadanos que fueron a ejercer su derecho de ponerse tan mariguanos como les dé la gana. Porque los gringos dirán misa, pero de que la mariguana sigue siendo droga, eso no lo varía ni aunque cambien la Constitución; es más, ni porque Trump lo tuitee una mañana desde su excusado.
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