Si bien el saldo de Américo Zúñiga como alcalde de Xalapa es a favor, hubo algunas cosas que sí se le pueden reprochar. Por ejemplo, desde un principio varios periodistas le hicieron ver en el error de poner a un hampón como William Velasco en la dirección de Turismo; era inconcebible que un tipo que había sido corrido de la oficina de su padre en la UPAV tuviera cobijo en la administración del hijo. Américo cobijó además a un grupillo de jóvenes encabezado por Rodrigo Montoya que lo metieron en varios líos. Esos jóvenes fueron empoderados por la relación cercana con el alcalde, y su única utilidad era un acompañamiento nocivo, porque ni administrativamente ni políticamente le sirvieron para algo.
El otro punto que algunos le reprochan y otros le celebran es su visión urbana de la ciudad, ese afán de asfixiar el paso de los autos con la excusa de entregar la calle a los peatones. En un corto plazo esas medidas urbanas tendrán repercusiones caóticas y las próximas administraciones se verán en la necesidad de echar abajo la obra de un alcalde que se imaginó a Xalapa como una ciudad europea.
Pero como dijimos, finalmente el saldo es a favor, hasta se podría decir que, de poderse, Américo Zúñiga se podría reelegir sin ningún problema. Su padre, el profesor Guillermo Zúñiga, estaría orgulloso de él.
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