La lucha contra la corrupción es una ficción en México. La lucha contra los ladrones de cuello blanco sólo es una simulación. Las instituciones encargadas de procurar justica en México han perdido su autonomía, si es que alguna vez la tuvieron. El entreguismo y sometimiento del poder Judicial al poder Ejecutivo es verdaderamente abyecto y vergonzoso. El caso de #PanamaPapers y el de Odebrecht en otros países ha ocasionado caídas de políticos prominentes y algunos han ido a parar a la cárcel. En México no ha pasado absolutamente nada.
Desgraciadamente los maleantes cada día utilizan métodos más difíciles de detectar y, cuando éstos son descubiertos, los recovecos legales y la manta de impunidad en los ministerios públicos se deja ver, y si hay algún soborno de por medio pues la impunidad protegerá al delincuente. Casos concretos los hay, ahí está la esposa de Javier Duarte, una mujer fría y calculadora que supo exprimir hasta el último peso de las instituciones encargadas de procurar salud y educación a los veracruzanos.
Esta mujer, aunque estuvo a unos pasos de la policía, no fue detenida y todo porque no había ninguna acusación sobre ella. Algunos alegaban una negociación secreta entre Peña Nieto y Duarte de Ochoa, esposo de esta mujer que hoy pide asilo político en Londres. Lo cierto es que mientras esta mujer ande en libertad, nadie quitará a los mexicanos la idea de que en México sigue reinando la impunidad.
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