La alternancia que fracasó

Alternancia
Xalapa, Ver- En la sesión extraordinaria del Quinto Periodo Extraordinario de sesiones con 24 votos a favor, uno en contra y dos abstenciones los diputados aprobaron el dictamen en contra de modificar artículos del Código Penal para ampliar las causales de aborto en Veracruz, recibiendo los aplausos de los integrantes del Frente Nacional por la Familia así como de otras agrupaciones. FOTO: PATTY BARRADAS/FOTOEVR
- en Opinión

Aurelio Contreras Moreno / La semana pasada se consumó la vergonzante asonada del régimen pan-yunista para apoderarse del Poder Legislativo y de esta manera desaparecer -por la “razón” de la fuerza, aunque sin la fuerza de la razón- la pluralidad política mandatada en las urnas por los ciudadanos veracruzanos.

En contra de su propia tradición histórica y política, el PAN avasalló a sus adversarios comprando conciencias y voluntades, e impuso su voluntad –o mejor dicho, la de sus nuevos dueños en Veracruz- de manera ilegítima y muy probablemente de manera ilegal, arrogándose una mayoría legislativa que no le corresponde.

Como pandilleros, los panistas –con la complicidad de esa caricatura llamada PRD- se apropiaron de los órganos de dirección política y administrativa del Congreso local, así como de las principales comisiones legislativas, sin la más mínima ética política y trastocando el equilibrio de fuerzas resultante de la voluntad popular expresada en las elecciones de 2016.

Asimismo, y contra las recomendaciones de un organismo federal e incluso de la propia Organización de las Naciones Unidas, el pan-yunismo gobernante impidió en el Congreso la ampliación de las causales para permitir la interrupción legal del embarazo en el estado, utilizando pretextos pueriles y sin sustento jurídico, poniéndose de rodillas frente a la jerarquía católica más retrógrada e hipócrita, que en Veracruz guardó un infame y cómplice silencio ante la corrupción de los dos anteriores gobiernos, y que sacó las garras para “defender la vida” en el vientre materno y criminalizar a las mujeres, pero que nada hizo –ni hace- para detener o al menos condenar la oleada de violencia y muerte que asuela a los ya nacidos en territorio veracruzano.

Soberbia, la nueva clase gobernante de la entidad -encabezada por el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares y secundada por un neopanismo desfigurado y un vergonzante perredismo (que en algún momento no muy lejano, seguramente también serán desechados)- decidió desoír la voz de los ciudadanos y para afianzarse en el poder, comete los mismos excesos que antes criticó. Seduce, compra, amenaza, golpea y arrebata. Sólo le falta matar. O al menos, eso queremos pensar.

Mientras tanto, Veracruz sigue hundiéndose en una espiral de desastre social e institucional. La violencia es demencial. Más de mil homicidios se registraron entre enero y agosto de 2017. Los secuestros aumentaron un 50 por ciento. No hay región que se salve de la embestida de la delincuencia, de norte a sur, ya sea en área urbana o rural.

Pero las autoridades prefieren regresar al gastado y mentiroso discurso de que los criminales se matan entre ellos y la gente de bien no tiene nada que temer. Como si las balas distinguieran entre buenos y malos. Como si unos no estuvieran al acecho de los otros, ante la incapacidad del gobierno para hacer frente a sus responsabilidades y deberes básicos.

Para el régimen que llegó al poder en Veracruz gracias a sus promesas de un cambio de prácticas y de conducta pública, de retorno del orden y la seguridad, lo que importa es mantenerse ahí. A como dé lugar. Sin importar que para ello deba provocar una crisis legislativa y constitucional. Sin reparar en el inmenso daño que se le sigue haciendo a las instituciones de este estado. Sin que le quite el sueño pisotear la voluntad cívica de los ciudadanos expresada en la pluralidad política.

La alternancia en Veracruz fracasó. Y nadie puede sentirse orgulloso de eso.

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