Dos horas nos quedamos sin WhatsApp y nos sentimos como cuando se nos pierde el control remoto del televisor. Nos podemos pasar horas buscando el control remoto, sin reparar en que manualmente podemos cambiar el televisor. Así, nos lamentamos que no había WhatsApp, pero se nos olvida que antes sólo nos comunicábamos verbalmente, cara a cara; también lo hacíamos por carta y mucho tiempo por llamadas telefónicas en un aparato fijo en casa.
Esos eran los días antes del WhatsApp, antes del teléfono móvil. Entonces había mejor comunicación, porque era una comunicación directa, tiempos en los que nos volvimos expertos para entender la semiótica de los gestos sin saber siquiera qué es la semiótica. Pero ahora podemos estar en una cita con una persona, pero al mismo tiempo estar en contacto con otras cinco mediante el WhatsApp. ¿Es eso mejor? No lo creo.
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