Édgar Hernández* /
“¡A cada capillita le llega su fiestecita!”
Aun cuando pudiera presumirse que la denuncia ministerial de parte de Anilú Ingram, delegada federal de Sedesol en Veracruz en contra de su antecesor Marcelo Montiel más parece política barata que lucha verdadera contra la corrupción, vale.
La señora Ingram ya también le entró al populismo.
Busca congratularse con el electorado veracruzano, respondiendo a una conseja de Miguel Angel Osorio Chong, para alcanzar afanes electorales y este fin de año coronarse como reina del legendario puerto.
Sin dar detalles, la delegada informó este inicio de semana que presentó tres denuncias en contra Montiel, ante la Fiscalía General del Estado. Señaló además que la Sedesol a nivel nacional, también interpuso tres denuncias en contra del ex funcionario pero ante la PGR.
Anilú Ingram insistió que en la delegación que dirige hay “cero tolerancia a la corrupción” aunque evitó dar más detalles sobre las acciones. Y cuestionada sobre si el presunto delito constituye daño patrimonial, evitó responder. Tampoco especificó en qué fecha las presentó.
Es decir, dijo pero no dijo; ni afirma ni niega, sino todo lo contrario.
El punto, sin embargo, es la cloaca que destapa. Una caja de pandora que revela algo así como la truculenta historia de “El Padrino”, versión nahua.
Marcelo Montiel formó y lideró un clan, una mafia de poder y dinero, en el sur de Veracruz hace 30 años que ha permito el ilegal enriquecimiento de tres generaciones de políticos priistas.
Dos veces alcalde de Coatzacoalcos, diputado, empresario, representante de artistas, dueño de medios impresos y de radio y TV y garante de victorias electorales, hasta que Morena le puso un hasta aquí atajando en el sur a Héctor Yunes y al aspirante a diputado Víctor Rodríguez.
Y como dice Mussio, atrás de él, un mundo de millones.
Dueño de una exclusivo rancho agrícola y ganadero en Brasil en donde por años ha tenido como vecino a Javier Duarte, Montiel es quien guarda bajo siete llaves el secreto del Tunel sumergido que ha tenido un costo de 5 mil millones de pesos y sigue cerrado.
En los entretelones de ese monumento a la corrupción aparece Marcelo. Contratos, concesiones, dinero bajo la mesa, alteraciones repetidas al proyecto y dinero mucho dinero bueno metido al dinero malo, pasaron por las manos de este amigo que inició su carrera política en los setenta bajo la sombrilla de Roberto Madrazo en la delegación Magdalena Contreras.
Años después, ya avecindado en Coatza, los escándalos no pararían y la misma dinámica continuaría cuando lo jalan a la capital veracruzana para hacerse cargo de los programas sociales.
Denuncias de desvío de recursos, robo de dinero a adultos mayores en Sedesol, la creación de las primeras empresas fantasma, el uso de los programas sociales con fines electorales y todo lo que oliera a corrupción y carretadas de dinero.
Ahí siempre presente don Marcelo, como don Corleone.
Bajo el amparo de Fidel y Duarte transitó del cielo al infierno al terminar “confrontados los líderes de grupo —Joaquín Caballero, Jesús Moreno y Oliver Damas en un extremo, y Víctor Rodríguez en el otro, con la mirada perdida y la actitud pasiva del tesorero Alfonso Morales Bustamante y del contratista Miguel Antonio Wong Ramos, el rey del bacheo— mientras el marcelismo se polarizaba”, escribe el reconocido periodista Mussio Cárdenas cronista de todas la rapacerías de los Montiel, Duarte y Karime, el papa de Karime, Tony, y el jefe de todos ellos, Fidel Herrera Beltrán.
A Montiel su pasado lo atrapa.
Tal vez vaya a la cárcel por el tema de las empresas fantasma, pero su real bisne fue el imperio que creó en Coatzacoalcos lo cual le permitió en doce años amasar una fortuna que alcanza los dos mil millones de pesos.
Dice y dice bien el legendario Luis Velázquez que a Montiel le gusta coleccionar ranchos de 400 y 500 hectareas, que obsequió una residencia de 10 millones al obispo de su municipio, Rutilo Muñóz Zamora, que posee ranchos con obras de riego en Cardel… su rancho de Curitiba, en Brasil y sus mansiones en Coatza y la ciudad de México.
Así que pobre que digamos pobre, no lo está.
Hoy, sin embargo, la espada de Damocles cierne sobre su cabeza calva. Y no porque Anilú de pronto se haya convertido en la salvadora de Veracruz “cero tolerancia a la corrupción”, sino porque en el rebote político le jaló la cobija y lo puso en la mira de los buenos, de los malos y de los feos.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo