Algunos califican como cacería de brujas el despido de cientos de duartistas, algunos dicen que es injusto porque se deja a muchas personas sin trabajo, algunos dicen que es injusto. Sin embargo, la situación que dejó Javier Duarte en el estado no fue sólo responsabilidad de él. Una persona fue participante de este desastre si se dejó consentir como aviador; una persona fue participante de la devastación si tenía un trabajo en gobierno, pero sólo iba a crear intrigas y no a trabajar; una persona participó del cochinero de Duarte si fueron sus favores sexuales los que le consiguieron un puesto en gobierno o una plaza en la SEV.
Son esos, los que andan dando vueltas en las oficinas de gobierno, sin un escritorio donde sentarse (pues nunca lo requirieron), los que andan haciendo ruido por esas “injusticias”. De repente se les despertaron las ganas de trabajar, de repente se olvidaron que eran duartistas y que su único trabajo era defender a Duarte en sus cuentas de Facebook, de repente se sienten víctimas cuando durante seis o doce años no hicieron otra cosa que cobrar un sueldo que no merecían.
Por supuesto se pueden dar injusticias, pero una persona que pueda demostrar su trabajo, una persona a quien los compañeros de oficina identifican como trabajadora, esa persona merece quedarse en su puesto. Es por ello que se requiere sensibilidad por parte de quien tiene que tomar la decisión de despedir o ratificar a un trabajador de gobierno.
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