Un viaje imaginario

Viaje
Plaza española FOTO: WEB
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / ¡Chin! Ayer me enteré por la revista Proceso que hace casi tres años hice un viaje a España ¡que nunca realicé!

Todavía más. Según su corresponsal en Veracruz, Noé Zavaleta, incluso no tuve “empacho” en “subir” (se supone que a Facebook) ¡fotografías! de ese viaje que sólo existió en su cabecita.

Todavía más, habría yo estado, dentro de “una comitiva de 15 periodistas”, en el Museo del Prado, en “tabernas turísticas” y en el estadio Santiago Bernabeu en un partido final de la Copa del Rey, entre Madrid y Barcelona, “en un palco”. ¡Válgame Dios!

Ignoro con qué afán este periodista trata de involucrarme con Javier Duarte, que es de quien se ocupa la nota ¿o reportaje de investigación? que firma y en la que faltando a la verdad alude al título de esta columna “Prosa aprisa” aunque sin mencionarme por mi nombre.

Afirma el corresponsal que: “En sus primeros tres años de gobierno, Javier Duarte siempre se mostró espléndido con ‘sus amigos de los medios’”.

Más adelante señala: “Periodistas de TV Azteca, Televisa, El Dictamen, Diario AZ, El Centinela y columnistas de Notiver y Prosa aprisa no tuvieron empacho en subir sus fotografías…” y bla bla bla.

Si Duarte me hubiera invitado y pagado el viaje y yo hubiera ido, no tendría ningún inconveniente en aceptarlo o, en el caso extremo, mejor me quedaría callado.

Pero ni Duarte ni su entonces coordinadora de Comunicación Social, Gina Domínguez Colío, me habrían invitado porque casi cinco meses antes habían iniciado represalias en mi contra por mi línea editorial de análisis crítico y para tratar de acallarme.

El 20 de agosto de 2012 había publicado mi respuesta a una carta en la que se me descalificaba sólo porque en mi columna de un día antes, 19 de agosto, había publicado que la credibilidad oficial estaba en duda, ya que los propios medios internacionales (El País, de España, por ejemplo, o Artículo 19), no yo, habían puesto en duda la declaración del entonces Procurador General de Justicia, Felipe Amadeo Flores Espinosa, de que se había aclarado la muerte de cinco periodistas.

A la carta de Gina y de Duarte había seguido el despido arbitrario, injustificado, como un verdadero acto de venganza, de un hijo mío que trabajaba, como un empleado más, en el gobierno del Estado desde antes de que ellos llegaran al poder y al que además le quitaron su base sin ningún argumento legal.

Ese fue el último recurso que les quedó luego de que abrieron mi declaración patrimonial y no encontraron nada fuera de lo legal salvo que tenía deudas, de que rastrearon para ver si tenía alguna concesión de placas de taxi, o contrato de alguna prestación de servicios, o era yo dueño de alguna constructora al servicio del gobierno (como se acostumbraba), etc., y de que pagaron a varios “columnistas”, verdaderos mercenarios, para que me denostaran en sus “columnas” o en sus pasquines.

En mi respuesta aquel 20 de agosto, publiqué: “No. No es fácil la relación prensa-poder cuando el periodista decide optar por el ejercicio profesional con apego a su criterio, chueco o derecho, acertado o equivocado, tratando de interpretar los hechos, la realidad, señalando, analizando, pero ajeno a los intereses del poder aun cuando quiera contribuir a la gobernabilidad, pensando en los intereses de los lectores, que no son más que los de los ciudadanos (qué curioso: finalmente la prensa y el poder tienen el mismo objetivo, la misma finalidad: servir a los ciudadanos).

Menos se es fácil cuando la lectura se hace desde el poder no con la serenidad, la razón y el entendimiento, el espíritu crítico y autocrítico, sino con la víscera que hace pensar al hombre de poder que sólo él tiene la razón y la verdad y que es infalible o que porque él está en el poder la institución es infalible o que debe ser intocable”.

Narraba –ya lo he publicado también antes– cómo Mario Villanueva en la plenitud de su poder como gobernador de Quintana Roo había amenazado de muerte al periodista Mario Menéndez Rodríguez porque revelaba en su columna y había publicado en un libro sus nexos con el narcotráfico y otros delitos, entre ellos el tráfico de personas y el secuestro y asesinato de miembros de la inteligencia militar, y lo había amenazado al grado de enviarle una corona a su casa con una tarjeta: “Siempre te leo, Mario”.

Después, ya se sabe, Villanueva fue detenido e incluso extraditado a Estados Unidos donde se declaró culpable, lleva 15 años en prisión, está enfermo y a punto de que lo regresen a una cárcel mexicana, y el periodista Menéndez Rodríguez sigue en la plenitud de su oficio periodístico, y yo, en aquel agosto de 2012 rematé mi columna de respuesta de la siguiente manera: “En la relación prensa-poder, finalmente la cita es con el tiempo. Sin duda alguna”. Hoy Duarte está prófugo y, tengo entendido, no tardan en caerle encima a Gina.

Volviendo al tema inicial, lo que menos querían era verme, o acaso verme bajo tierra como le sucedió a varios compañeros, así que no me podían llevar a pasear a España.

Soy lector de Proceso desde su fundación y suscriptor de la revista desde hace muchos años –ayer 25 de diciembre el repartidor me la entregó a muy temprana hora en mi domicilio y leí con sorpresa el trabajo de “investigación” de Zavaleta– y me apena no sólo que se relaje el rigor periodístico que la ha caracterizado sino que incluso se den por cierto mentiras, falsedades, quién sabe con qué intención.

Pero, ya lo he dicho también, no soy hombre de rencores, ni de odios, ni de venganzas, ni de pleitos, ni de chismes, sino alguien que tiene fe y que actúa de buena fe, y por eso quiero pensar que al corresponsal lo guió su celo profesional, su afán de un buen trabajo periodístico y ayer mismo luego de que leí su “trabajo”, como era hora de ir a hacer mi oración dominical a la iglesia de La Piedad, mi iglesia, le pedí a Dios por él, que lo bendiga, que lo cuide y lo proteja y que lo ilumine.

Aclaro, sí, porque, ya lo dice el refrán, calumnia que algo queda, o porque decía aquel ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels , una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad, aunque hay una enorme distancia entre una mentira y una calumnia y la crítica sustentada, razonada incluso con pruebas fehacientes. Por eso mismo, luego de que el jueves pasado rendimos protesta los nuevos consejeros (ya me ocuparé en otra columna sobre el tema) de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas, le pedí a varios compañeros que se acercaron a saludarme que ejercieran la crítica sobre lo que hagamos o dejemos de hacer, aparte de que les expresé mis respetos a sus variados puntos de vista sobre dicha Comisión, sus dudas, sus recelos, sus desconfianzas, aunque no dejé de lamentar, en contados casos, las descalificaciones injustas, algunas hechas con verdadera maldad, con insidia, contra algunos de mis nuevos compañeros de tareas.

Yunes, al pie del cañón

No obstante domingo y día feriado, 25 de diciembre, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares encabezó ayer la quinta sesión ordinaria del Grupo de Coordinación Veracruz para evaluar las acciones y los avances de los operativos de seguridad realizados en la Zona Petrolera y en la Citrícola del Norte, así como en la conurbada Veracruz-Boca del Río.

Trabajar todos los domingos en el tema de seguridad fue uno de sus ofrecimientos y lo está cumpliendo. El problema de la inseguridad en el Estado no permite el descanso de la autoridad si esta quiere actuar con responsabilidad. Las condiciones de Veracruz exige un gobernador de tiempo completo y ahora lo tiene.

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