Genio y figura hasta la sepultura, reza el refrán, y eso precisamente es lo que pasó con Flavino Ríos Alvarado, actual gobernador interino del estado de Veracruz. Hasta el último momento de su gobernación interina, le rindió pleitesía a la figura de Javier Duarte. Apostó todo su capital político; como viejo lobo de mar, sabía que una carambola de tres bandas lo llevaría a su sueño dorado: la gubernatura del estado de Veracruz.
Lidió con Fidel Herrera Beltrán, el capo mayor; luego, con perfil bajo y acatando las órdenes disparatadas de Javier Duarte, llega a la Secretaría de Educación; ahí él se da cuenta del despilfarro y gula de los consentidos de la fidelidad y del duartismo. Como buen funcionario institucional, guarda silencio, se somete a Callejas Arroyo y deja que continúe el festín de los buitres.
Hoy se lleva la reprobación de los veracruzanos y seguramente pasará a la historia como el hombre que hacía los mandados de la mafia. Sin embargo, sabemos que se retirará con una onerosa pensión. ¿O no Flavino?
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