Uno que se va… ¿otro que no llega?

MAYL
Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes Linares
- en Opinión

Filiberto Vargas Rodríguez / Se perdona el pecado pero no el escándalo”. Esta es una máxima que se aplica con todo rigor en el sistema político (y, por lo tanto, en el judicial) mexicano.

Esa es, en síntesis, la razón de la salida anticipada de Javier Duarte del Gobierno de Veracruz.

Él forma parte de esa sociedad en la que, como dijera el propio Enrique Peña Nieto «no hay alguien (libre de corrupción) que pueda atreverse a arrojar la primera piedra«, la diferencia es que el ruido provocado por el gobernador de Veracruz pone en riesgo el equilibrio del aparato de impunidad con el que funcionan las instituciones públicas del país.

Todos roban, pero no todos deben pagar por ello. Sólo aquellos que transgreden las reglas no escritas de prudencia, discreción y sobriedad.

Lo que se comenta en los más altos niveles de la política estatal es que por fin le llegó a Javier Duarte la tantas veces exigida «recomendación», desde el centro del poder político en el país, para que se hiciera a un lado.

El compromiso de Miguel Ángel Osorio para convencer a Javier Duarte de que pidiera licencia habría tenido dos vertientes: Primero, el ofrecimiento de un proceso justo, estrictamente apegado a derecho. («Si tienes cuentas pendientes con la Ley, las pagas; si estás limpio, limpio saldrás«)… y, segundo, la misma medicina para el sucesor. Esto es, que en los próximos días estarían surgiendo noticias respecto a los procesos judiciales que tiene Miguel Ángel Yunes Linares.

Algo así anticipó el gobernador electo, a quien la solicitud de licencia lo tomó por sorpresa y, paranoico como suele ser, de inmediato salió a advertir: «¡Quieren impedir que sea gobernador!«.

Caso curioso: Él que siempre se ha quejado del desastre en el que Javier Duarte tiene metido a Veracruz, ahora no quiere que se vaya. Entiende que será a él -si es que llega a ocupar el cargo- a quien le toque recoger el tiradero.

Claro. Esta es la versión del duartismo.

Sin embargo, hay datos que parecer confirmarlo.

¿O acaso no suena raro que a quien retiran de su cargo con el supuesto fin de meterlo a la cárcel le permitan proponer a su relevo?

(Por cierto, cuánta mezquindad, qué nivel de codicia, el de esos diputados locales que, sabedores de sus limitaciones, pretendieron tener sus 45 días de gloria y entorpecieron la noche de ayer el procedimiento legislativo).

El argumento de Javier Duarte de que solicitaba licencia para dedicar todo su tiempo a responder a las denuncias que le ha hecho su enemigo político, es endeble. Los señalamientos de Yunes Linares contra Javier Duarte fueron hechos hace varios meses. En todo caso, la licencia podría interpretarse como el reconocimiento de que el tema jurídico se ha complicado y que, ahora sí, debe dedicar todo su tiempo y esfuerzo a salir lo mejor librado que le sea posible.

La más creíble es que recibió la «sugerencia» desde los más altos estratos de la política nacional, algo que no puede utilizar como argumento ante la sociedad.

De entrada, Miguel Ángel Yunes Linares anunció que no debatirá con Javier Duarte el próximo lunes en el programa de Carlos Loret. La respuesta del periodista ha sido severa: «Allá él. Aquí tendremos abierto el micrófono durante media hora para hablar de Veracruz, y si sólo llega Javier Duarte, esa será la versión que conoceremos«.

Al final los veracruzanos podrían tener dos grandes motivos de celebración. La primera, porque se va alguien que le ha traído tan negativa publicidad al estado y que en las semanas más recientes parecía haber perdido la gobernabilidad. La segunda, porque podría no llegar ese otro, señalado de tantos delitos como el que se va.

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