La solidaridad jarocha está rota

Vectores
Nuevamente trabajadores del área de Vectores de la Jurisdicción Sanitaria número 5 de la Secretaría de Salud, Iniciaron una marcha que partió de las instalaciones de esta jurisdicción en el municipio de Banderilla con dirección a las oficinas de la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan) FOTO: AMBROSIO PABLO
- en Opinión

Rafael Pérez Cárdenas / Pues resulta que las marchas continúan. Eso no es novedad. Que cada vez son más sectores sociales y económicos los que reclaman pagos diversos al Gobierno del Estado. Eso tampoco es novedad. Que los acuerdos no se cumplen y que no hay dinero, que el gobierno está ausente y que la mayoría de los funcionarios han abandonado sus oficinas. Menos. La verdadera novedad es que al parecer, los problemas han roto la solidaridad y bonhomía jarocha.

En todo el país nos conocen a los veracruzanos por desmadrosos y dicharacheros, pero sobre todo, por demostrar nuestro afecto a la menor provocación. Generosos y buenos amigos, los jarochos hemos perdido hasta el buen humor con esta crisis económica y política que nos agobia a todos.

Esto viene a cuento porque este lunes –como sucedió todos los días de la semana anterior- decenas de marchas se enfilaron a lo largo del estado. Cientos de trabajadores de vectores, esos que trabajan en frenar la epidemia del Sika y el dengue, estudiantes que no han recibido el pago de sus becas y los habituales maestros que siguen peleando las prestaciones a que tiene derecho por acuerdos reconocidos por las propias autoridades, volvieron a estrangular las principales vialidades del estado.

No está mal que protesten. El derecho les asiste. El problema es que no se puede resolver un agravio con otro agravio, y menos aún, agraviando a quien no tiene nada que ver en el conflicto, como lo es la ciudadanía.

Cada vez son más temerarias las imágenes difundidas por medios de comunicación o por los propios automovilistas y profesores en paro, de individuos de cualquier edad y género a punto de liarse a golpes, de amagar enfrentamientos que podrían derivar incluso en la muerte de alguna persona.

La paciencia de protestantes y ciudadanos se está terminando, y lo curioso es que han enfocado su ira entre ellos mismos. Ante la falta de respuestas, los acreedores del gobierno ya no buscan que se las hizo sino quien se las va a pagar; y lo mismo está pasando con los ciudadanos que se ven impedidos de llegar a su trabajo, de llevar a sus hijos a la escuela, o de transitar libremente por la ciudad o la carretera para realizar sus actividades cotidianas.

La frase esa del tejido social es muy socorrida por políticos y académicos. Pues de ser cierta, ya se rompió, y está empezando a sacar lo peor de una sociedad que no estaba acostumbrada al conflicto.

Las marchas se multiplican pero de manera individual. Toman las calles pero no se juntan, no dialogan, incluso se ven con recelo, a pesar de que el origen de sus problemas y el destino de sus consignas, es exactamente el mismo.

¿Qué ha provocado que la sociedad veracruzana se divida, que pierda la solidaridad, que esté dispuesta a pelear consigo misma con tal que superar este trance político y económico? ¿Quiénes gobiernan sabrán el riesgo que se corre o apuestan al cansancio y el olvido de los manifestantes? ¿Quiénes gobernarán en menos de dos meses tendrán claro el clima de confrontación que han alimentado, y que en caso de no cumplir con las expectativas, se volverá contra ellos mismos? Hay que encontrar respuestas rápido si no queremos rayar la frontera de la tragedia.

Si consideramos que la mayoría de los problemas se reduce a la falta de dinero por parte del Gobierno, quiere decir que no encontraremos una solución en el corto plazo; es por ello que los manifestantes deben considerar que no será el agravio a los ciudadanos lo que les va a resolver el problema.

Deben dejar que la vida cotidiana fluya, que se recupere la solidaridad de los veracruzanos. Si también nos roban eso, la culpa será de nosotros.

La del estribo…

El plantón de ayer de los diputados veracruzanos al delegado de Gobernación pone en evidencia el distanciamiento que hay del centro con la aldea. La calma chicha que se vivió este lunes podría estar presagiando la tormenta esta misma semana.

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