Rumbo al 18, asoma división en el PRI estatal

PRI
Alberto Silva Ramos saluda al presidente Enrique Peña Nieto
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / En el PRI veracruzano, o más bien dicho los priistas veracruzanos, están viendo temblar y no se hincan.

El domingo, una encuesta del diario Reforma reveló que como partido, el PAN ha rebasado ya al PRI en la preferencia de los mexicanos a dos años de las elecciones presidenciales. El blanquiazul le saca 5 puntos al tricolor, 27-22%.

Pero si eso debiera ser ya de por sí preocupante para los priistas, otro duro golpe es que frente a Margarita Zavala y Andrés Manuel López Obrador, quienes casi van parejo en la punta, Miguel Ángel Osorio Chong, el mejor posicionado del PRI está debajo de ellos 10 o más puntos, por lo que el panorama que enfrentan los tricolores está cargado de negros nubarrones.

No obstante ello, el mismo domingo El Universal en su columna “Bajo Reserva” publicó que Héctor Yunes está en campaña rumbo al 2018 y que ya empezó a trabajar para aparecer de nuevo en la boleta (electoral, se entiende).

El derrotado candidato a la gubernatura continúa con su obsesión y no repara en que lo único que va a generar será una más profunda división en las filas de su partido de la que ya existe, cuando que lo que más debiera procurar es la unidad.

Entre la mayoría de los priistas hay el convencimiento de que a estas alturas, ante la difícil situación del PRI en el estado y en el país, el único candidato competitivo que tendrían sería el senador José Francisco “Pepe” Yunes Zorrilla, pero aún así no ven las cosas fáciles ni nada seguro.

Uno de los argumentos que alega Héctor para intentar ser postulado de nuevo por su partido es que, según él, votaron por su candidatura casi un millón de personas, lo cual es muy cuestionable.

Él cree que en verdad quienes sufragaron a su favor lo hicieron con pleno convencimiento, cuando no fue así, pues miles de votos los obtuvo porque los compró el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, a quien no le convenía que perdiera su partido porque de por medio iba su futuro personal y político, y otros miles fueron producto de la coacción que ejerció su gobierno pues el día de la elección amenazaron a los empleados de las distintas dependencias a que los despedirían de su trabajo si no llevan en su teléfono celular la imagen de que habían votado por el PRI.

Sin esas maniobras de Duarte, Yunes Landa hubiera caído más bajo en el número de votos, por lo que la popularidad que dice o cree tener entre el electorado veracruzano no se apega a la realidad, pero insiste en volver a competir ante un nuevo escenario en el que tanto el PAN como Morena llegarán a la elección muy fortalecidos.

Por otra parte, hasta ahora Pepe Yunes da por hecho que él será el candidato con el apoyo del PRI nacional y de las fuerzas políticas del centro del país, lo que se ve factible, pero en nada ayudará a su causa la división que ya se avecina o que ya empezó a mostrar rostro propiciada por Yunes Landa.

Como si no tuvieran ya el escenario complicado, la promoción mediática que inició Héctor a favor de su posible candidatura no abona en nada a la unidad que tanto necesita el PRI para enfrentar con éxito la elección municipal del próximo año, pues al adelantarse a los tiempos políticos crea confusión entre las filas tricolores.

Será una rebatinga la designación o “elección” de los candidatos a presidentes municipales en 2017: el nuevo próximo presidente del PRI estatal querrá imponerlos, pero se sabe que Héctor también tratará de influir para que compitan sus allegados o simpatizantes en aras de empezar a fortalecerse de cara a las elecciones de 2018, sin descartar que el duartismo-fidelismo todavía tratará de dar los últimos coletazos para que sean los suyos los próximos candidatos a alcaldes.

Vistas así las cosas, quien más debe estar celebrando la terquedad de Yunes Landa debe ser el Gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, pues no tendrá que emplearse a fondo para asegurar el triunfo de su partido y de su candidato en 2018 ante la división cantada propiciada por Héctor Yunes Landa.

Silva rebasa a Duarte; rompe regla de oro política no escrita

Por lo que se advierte, es un sálvese quien pueda.

El jueves, con motivo de la visita del presidente Enrique Peña Nieto a la Heroica Escuela Naval de Antón Lizardo, el Coordinador General de Comunicación Social, Alberto Silva Ramos, faltó a una de las más elementales reglas de oro no escritas de la política: la de que al jefe nunca se le rebasa, ni por la izquierda ni por la derecha, ni por arriba ni por abajo.

Ya es más que conocido el desdén que el gobernador Javier Duarte de Ochoa sufrió por parte del presidente Enrique Peña Nieto, y se vio que por más que su equipo de prensa buscó una foto donde se les viera saludándose, no hubo una sola porque no se permitió nunca la oportunidad para que ocurriera, ya que el inquilino de Los Pinos no lo autorizó.

Por eso extrañó que no obstante que el detalle no pasó inadvertido para los enviados de los diarios de la ciudad de México que lo resaltaron en seguida, y para los activos críticos de las redes sociales, Silva de pronto, ¡zas!, tuiteó una gráfica donde, a él sí, se le ve recibiendo el saludo de Peña Nieto, con lo que más se remarcó la diferencia en el trato que recibió su jefe por parte del Tlatoani.

¿Eran tantas las ganas de promocionarse que no le importó que con su foto opacara al propio gobernador, su amigo, quien lo hizo alcalde, diputado federal, Coordinador de Comunicación Social e intentó por todos los medios hacerlo candidato a gobernador y llevarlo a la gubernatura?

¿Por qué festinar una imagen personal en la que se ve con el mismo personaje que maltrató a su jefe político, así sea el propio Presidente? ¿Dónde quedó la sensibilidad política, el espíritu de solidaridad, el compañerismo de equipo, el respeto y la consideración al amigo, la observancia a las leyes no escritas de la política?

La prudencia política indicaba que lo indicado era que hubiera guardado la foto para exhibirla en mejor ocasión, pero no precisamente cuando a su jefe y amigo –se supone– se le desdeñaba públicamente y ya en la prensa digital y en las redes era motivo de críticas; cuando sangraba por la herida y era como echarle sal.

¿Para qué presumir que él sí “las puede” y su amigo y jefe no? ¿Es que ya hay desesperación y se trata de agarrar el primer salvavidas qua aparezca aunque para alcanzarlo se pase por encima del hombre que le ha dado todo política y económicamente en Veracruz? ¿Para qué filtrar que el Presidente le dijo que se verán la próxima semana cuando el otro está en plena desgracia y ni siquiera lo quiso saludar durante su visita?

Don Jesús Reyes Heroles, tuxpeño como Silva, nunca hubiera hecho eso. Claro, Silva no es Reyes Heroles. Duarte, quién lo duda, ahora sí, se ha quedado solo, completamente solo. Ni el mismo jueves, ni el viernes ni el sábado, nadie, absolutamente nadie de sus amigos, si es que le quedan, a nadie de los que ha beneficiado política y económicamente tuvieron algún gesto para desagraviarlo.

Yo hubiera esperado que en grupos o todos juntos mínimo lo hubieran invitado a comer en un lugar público para que se viera y se sintiera el respaldo de todos ellos, pero todos se quedaron callados o lo esquivaron. Afloró la ingratitud en todo su esplendor. ¿Dónde estaban, dónde están los felices poseedores de mansiones en Woodlands, Texas, que pudieron obtenerlas porque su jefe les permitió que le metieran la mano al cajón?

Si su más cercano, como lo es Alberto Silva Ramos, ya lo rebasó, no se puede esperar otra cosa de cualquier otro. Recién un diputado local me decía que Duarte tiene una gran virtud que en política a veces es un gran defecto: que es amigo de sus amigos y que por eso los ha protegido y los protege a todos, aun a costa de su propia imagen. Pero, ya se ve, no hay reciprocidad hacia él. Lo han dejado solo.

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