La Reforma Educativa, como una espada de dos filos, eliminó en parte las triquiñuelas del SNTE, la rectoría de la educación pasó a manos de la SEP; gracias a ésta se realizó un censo de maestros en activo y se llegó a conocer el número de escuelas que existen en el país.
Sin embargo, por el otro lado de la espada, quitó varios derechos laborales, eliminó el escalafón sindical; para ingresar al magisterio, el candidato a maestro ahora tiene que presentar un examen y, aunque lo pase, no tiene garantía de plaza hasta después de cuatro años; además, el abanico se abrió también para los universitarios.
No obstante, el reparo principal fue la evaluación docente; en ésta, un grupo de “especialistas”, con ayuda de miles de policías, forzó a los maestros a evaluarse de manera humillante e indigna.
Sin embargo, a pesar de este contexto, el presidente Peña Nieto asegura que la Reforma Educativa es «noble y generosa» con el magisterio. Habría que preguntarle a los miles de maestros que han salido a las calles a protestar por la lesividad de una reforma que cada día está más condenada a morir.
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