Aurelio Contreras Moreno / Dos días después de las elecciones del 5 de junio, el gobernador Javier Duarte de Ochoa se atrevió a darle la cara a los veracruzanos que le expresaron su absoluto repudio en las urnas.
Acompañado por su gabinete, todos con cara de funeral, Duarte de Ochoa dio un mensaje de menos de cinco minutos, sin permitir preguntas. Primero “felicitó” a los reporteros por el “día de la libertad de expresión”, y después se dirigió a los veracruzanos para hablar de las elecciones.
Derrotado, desprovisto de la soberbia que lo caracteriza, pero con una buena dosis del cinismo acostumbrado, Javier Duarte “saludó” la alternancia política en la entidad y llamó a la “reconciliación” y a la “unidad”.
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con los miles de desaparecidos y asesinados que ha dejado una administración en la que la seguridad pública fue vista como un negocio que enriqueció brutalmente a los titulares de las áreas encargadas de esa tarea, mientras el luto cubría a las familias veracruzanas?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con los padres y los hijos de los 18 reporteros asesinados en este sexenio? ¿Con la treintena que tuvieron que huir y exiliarse? ¿Con los medios y periodistas que sufrieron hostigamiento y difamaciones de parte de sus personeros y amanuenses?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con los millones de veracruzanos a los que prometió sacar de la pobreza y que fueron vilmente engañados y utilizados como carne de cañón electoral, pues así son “oro molido” para los políticos sin escrúpulos, como los que lo acompañaron en su administración?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con los pequeños empresarios que con esfuerzo lograron un contrato como proveedores del gobierno, y que fueron llevados a la quiebra porque nunca se les pagaron los servicios contratados, pero sí prestados?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con los maestros y estudiantes que fueron reprimidos a toletazo limpio por ejercer su derecho de manifestación? ¿Con los activistas intimidados, perseguidos, asesinados?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con los pensionados a quienes se llevó al ignominioso extremo de tener que salir en muletas, sillas de ruedas, enfermos, a reclamar por el dinero que se ganaron con una vida de trabajo, y que su gobierno utilizó quién sabe para qué?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con quienes fueron víctimas del abuso de poder y se les negó el acceso a la justicia? ¿Con quienes fueron difamados y criminalizados cuando ya no podían defenderse?
¿Reconciliarse con quién, gobernador? ¿Con un estado sumido en la ruina económica, política y moral, endeudado para los próximos 30 años e hipotecado su futuro mientras sus colaboradores amasaban fortunas insólitas, insultantes, criminales?
Los veracruzanos ya expresaron el domingo 5 de junio en las urnas su juicio sobre este sexenio y este gobierno. El veredicto es implacable: que se vayan los depredadores del estado. Que paguen por lo que le hicieron a Veracruz.
Javier Duarte tendrá que reconciliarse, probablemente, con su conciencia. Y con la justicia, tarde que temprano, seguramente.