Luis Ortiz Ramírez /
Con mi admiración y profundo respeto para aquellos Directores que han dejado sus mejores años en una escuela.
Decía Latapí: “Si saberse bueno es peligroso, sentirse llamado a la perfección es desquiciante”. Esa máxima aplica cuando alguien se considera infalible y siempre quiere tener la razón. Este es el caso de muchos directores escolares, aclaro no todos, existen buenos directores que en verdad son líderes pedagógicos y se llegan a ganar el cariño de los maestros y padres de familia. Sin embargo existen algunos que rayan en la tiranía y descargan sus frustraciones con los alumnos, padres de familia y maestros.
Conocí aun subdirector pobre de espíritu, que decía que venía a la escuela a trabajar no a hacer amigos, lo triste es que en escuela que llegaba se ganaba la repulsa de los demás. Esto cobra importancia en la figura del Director(a) como máxima autoridad de la escuela, y en el ejercicio del liderazgo que le ha sido conferido.
El Director escolar, me refiero al de educación básica, tiene en sus manos el poder de facilitar u obstaculizar el trabajo docente, algunos comprenden su función y son una fuente de estímulo y ayuda al cuerpo docente, sin embargo hay otros que pierden el piso y piensan que siempre tienen la razón, se regodean en su pequeño microcosmos, pichicatean los permisos económicos a los maestros y crean un séquito de incondicionales para lograr sus propósitos.
No debemos olvidar que los directores mexicanos de educación básica durante muchos años accedieron a sus puestos a través de un sistema escalafonario vertical que permitía llegar al puesto solamente por la antigüedad.
También era muy conocido que el que cargaba el portafolio del líder sindical o jefe de la parte oficial, rápidamente ascendía como Director, muchas veces sin pasar por el nivel de subdirector.
Existen casos bien documentados de familiares de los líderes sindicales que entraban como intendentes, luego como prefectos, los cambiaban de escuela y los hacían directores de secundaria, todo en un lapso de tres años. De manera que la figura del Directivo se veía degradada, la mayoría de los maestros sabían que el Director llegaba a ese puesto no por su méritos académicos, sino por su compadrazgo con los jorocones sindicales. Por otro lado, los directores de las escuelas no recibían ningún tipo de formación específica que los capacitara para enfrentar las exigencias de la función directiva, más bien aprendían con la práctica, les aplicaba el dicho de “echando a perder se aprende”.
Por esa razón es necesario formar a los directores antes de que tomen su cargo. Se requiere que el nuevo Director conozca las formas y el fondo de las relaciones personales, es vital que el directivo tome cursos que le permitan desarrollar su inteligencia emocional, ya que de esta forma habrá desarrollado su inteligencia intra-personal e inter-personal, que a su vez le permitirá entablar buenas relaciones con toda la comunidad escolar.
Se supone que con la “Reforma Educativa” los nuevos Directores Escolares llegaran a los cargos por concurso y méritos académicos. El gobierno federal mediante la aplicación de la Ley del Servicio Profesional Docente, espera una nueva generación de directivos que no repita los vicios de muchos directores escolares que ya van de salida del sistema educativo nacional.
Recuerdo a un Director de la capital del Estado de Veracruz que decía a los cuatro vientos, que a él solo lo pusieran donde hubiera, que de lo demás él se encargaba, y efectivamente lo hizo, trasquilo a la sociedad de padres de familia, se quedaba con gran parte de las ganancias de las tiendas escolares, los proveedores de uniformes se tenían que poner a mano con él, los cheques de la refresquera llegaban a su nombre sin que nadie le exigiera cuentas.
El reto es grande y mayores las expectativas, pero es urgente que se ponga en funcionamiento un sistema de apoyo a los Directores, que se tome en cuenta a los Subdirectores, para que se redistribuya la carga administrativa y el director pueda desarrollarse como un líder pedagógico que fomente una cultura de participación, corresponsabilidad y colaboración en la que se involucre a la comunidad escolar en la toma de decisiones para mejorar la calidad de la educación de las escuelas. De manera que cada Director debe de ser honesto y reconocer sus fortalezas y debilidades. Solo el determinara si es aliado o enemigo del maestro.