Libertad Bajo Palabra

La última y nos vamos

Brenda Caballero / En algunas casas ya lucen sentados los viejos hechos de cartón, rellenos de aserrín o periódico y vestidos con harapos, esperando ser quemados a medianoche del último día del año, como símbolo de purificación para alejar la mala vibra, la mala suerte o la energía negativa del año que comienza.

Otros se disfrazan en grupos y salen a bailar a ritmo de batucada, pidiendo la clásica “una limosna para este pobre viejo/ una limosna para este pobre viejo/ que ha dejado hijos/que ha dejado hijos/ para el año nuevo”. Lo más vistoso, es que generalmente son varones muy jóvenes los que se acomodan barbas, canas, panza y hasta nalgas para salir a la calle y moverse temblorosamente con bastón en mano para recaudar unos pesos para la botella de la noche.

Reconozco: prefiero los bailes a la quema de los viejos, pues aunque ambas sean tradiciones de fin de año, el planeta ya no está para soportar más contaminación por la quema al aire libre de pólvora u otros materiales. Además de que en estas fechas, muchos perros se pierden pues los cohetes los aterran y hacen que huyan despavoridos de sus hogares.

Estas celebraciones son parte de cada fin de año, junto con la cena familiar y las tradicionales uvas acompañadas de los propósitos de año nuevo.  Pero como no todos los mexicanos tienen esos “privilegios” de cena y de propósitos, he aquí algunos deseos desde este espacio para el 2016.