La sonrisa del terrorista

Cámara de seguridadSostenía Jorge de Burgos en la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, que «la risa acaba con el miedo. Sin miedo no hay fe. Porque sin miedo al diablo, no se necesita a Dios», argüía el ciego bibliotecario. Tal parece que Salah Abdeslam conocía esa cita. Un día antes de los ataques a civiles franceses, Salah Abdeslam se paseaba a unas calles de los restaurantes que al día siguiente sus cómplices del terror habrían de asaltar, masacrando a mansalva a varios de los comensales. Una cámara de vigilancia captó al joven terrorista. Al parecer el joven Salah también sabía de la ubicación de la cámara, pues no se escondió de ella, antes bien volteó la mirada a la cámara y sonrió, sonrió pensando en lo que sus compañeros habrían de hacer al día siguiente. Ahora es una sonrisa siniestra, de no haber sucedido los ataques sería una sonrisa ingenua, burlona. Salah preparó a los terroristas que mataron a cerca de 30 personas en los restaurantes del centro de París (ver nota). Es el hombre más buscado en Europa, pero ese día, jueves 12 de noviembre, pasó sonriendo a la cámara, sin miedo a los hombres, sin miedo a Dios ni al diablo, porque dice Jorge de Burgos que «sin miedo al diablo, no se necesita a Dios».

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