Los indígenas

- en Opinión

Jorge Flores Martínez / El día de raza no hay nada que celebrar porque la especie humana no tiene razas, solo culturas diferentes.

Cuando a un grupo de personas se les clasifica o define por su sus diferencias con el resto siempre me ha parecido una perversa y sutil forma de discriminación y eso es lo que hacemos con los indígenas en México, los agrupamos y definimos en todo aquello en lo que son diferentes, poco importa las semejanzas, lo igual, lo que nos une, lo importante es que esa idea de igualdad nunca se cierre, siempre habrá alguna diferencia suficiente para fortalecer nuestros mecanismos de discriminación.

El propio termino indígena en su ambigüedad se ha convertido en una herramienta que deshumaniza y distancia, tiene un grado de descortesía peyorativa, estoy convencido que el primer paso para la inclusión no es definirnos en las diferencias, más bien es encontrar y evolucionar todas las convergencias, trabajar en lo similar y aceptar sin señalar o definir lo que nos hace distintos.

Los indígenas no han estado plenamente incluidos en nuestras sociedades y por casi 500 años ha sido más sencillo incluir y asimilar a personas de otros continentes, lenguas y culturas que a los indígenas, ellos permanecen como un recuerdo de una parte de nuestros orígenes, pero nunca como una definición de nuestro futuro. Siempre ha sido más fácil ignorarlos, después de todo la discriminación más cruel es la de ignorar su existencia, simplemente es más fácil y requiere menos recursos que odiarlos.

Me es difícil comprender como es que el 15 % de los mexicanos no existen en nuestras vidas, parece que están distantes o que pertenecen a un folklore lejano y ajeno, que esos casi veinte millones de mexicanos son otra realidad y por lo tanto solo existen en los eruditos estudios de nuestros hombres de letras y en los discursos demagogos de nuestros políticos. Como sociedad no hemos sido capaces de incluirlos, de asimilarlos y de respetarlos.

Me parece que el ignorarlos junto a enaltecer su pasado ha sido una política sistemática y ordenada de condenarlos a la marginación y discriminación, después de todo son los indios del pasado con sus pirámides y su cultura, su dignidad absoluta y su mitología lo que sublimamos, siempre es en tiempo pasado nuestra admiración y respeto.

Cuando considero o intento comprender algún proceso de política de inclusión urbana encuentro la imposibilidad de incluir lo que culturalmente hemos aprendido que no se puede o debe incluir, estamos programados a respuestas sencillas y superficiales como mercados artesanales o institutos de protección a los indígenas.

Es complejo intentar construir un proyecto integral de inclusión urbana para La Ciudad para Todos, creo que un proyecto de esta naturaleza pasa por la educación y la conformación de una idea y destino común, que nos integre siempre y reitero, en las convergencias, en lo igual, después de todo las diferencias tienen la capacidad de conservarse aun en las situaciones más adversas, la cultura indígena es prueba absoluta e irrebatible de lo anterior.

Se me ocurre preguntar para iniciar cualquier proyecto de inclusión ¿Cuántos indígenas están matriculados en nuestras universidades? ¿Existen programas de apoyo a estudiantes de licenciatura o de posgrado de origen indígena? ¿Se da seguimiento a estudiantes de primaria, secundaria o bachillerato en zonas indígenas? ¿Existe dentro de los planes de estudio en las universidades clases de Nahuatl? Los cuestionamientos podrían seguir y esto solo en el marco de la educación, podríamos abordar aspectos de salud, economía, política, etc.

Estoy convencido que cualquier política de inclusión pasa por la educación, un proyecto de educación del más alto nivel académico en zonas indígenas es posible hoy en día por medio de las nuevas tecnologías y es además también posible económicamente. Me imagino una serie de Centros Integrales en las zonas indígenas que contemplen aspectos de desarrollo humano como salud, educación y nutrición. Proyectos que consideren la inclusión tecnológica, económica y social en los niños y jóvenes indígenas y que estos sean becados en las universidades estatales y privadas con toda la asistencia y dignidad de la que como mexicanos originales tienen derecho.

Se podría pensar en centros que cuenten con los mayores avances tecnológicos, que estuvieran dirigidos por las mismas comunidades apoyadas por asociaciones civiles, con la rectoría del sistema educativo nacional y que en un proyecto a diez o veinte años consideren metas medibles y claras. Una sería por ejemplo que la matricula de jóvenes indígenas en la universidad sea del 10%, otras que serían paralelas, podrían ser disminuir el analfabetismo y aumentar la escolaridad particularmente en las niñas y las jóvenes. Estoy convencido que atacando estos rubros en un horizonte de una generación se abatirían muchas de las condiciones de miseria y marginación ancestral.

A la vez podríamos trabajar en proyectar ciudades incluyentes, plantearnos metodológicamente la Ciudad de Todos y para Todos. Una sociedad que no requiera de institutos de protección de cualquier minoría o segmento de la población, después de todo no hay mejor defensor de nuestros derechos que nosotros mismos. Si todos tenemos el mismo acceso a los conocimientos que nos permitan defendernos, no sería necesario ninguna protección a los Indígenas. En mi opinión es mejor un indígena con la Ley en la mano que uno en la mano de la Ley.

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