La moda, ser “independiente”

- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / Quince años después, seguramente muchos ya no recuerdan aquel fenómeno chapulinesco que se dio en el año 2000 cuando el PRI perdió por primera vez la Presidencia de la república ante el PAN. Entonces cual más se vio en la orfandad política, y oportunistas y convenencieros como son casi todos los políticos, no lo pensaron dos veces y como ratas que buscan salvarse cuando se hunde la nave en la que viajan se brincaron a la que navegaba viento en popa porque acababa de obtener el poder.

Recuerdo muy bien que muchos que apenas unos días antes eran priistas hasta la médula le encontraron todos los vicios al que había sido su partido toda la vida –hasta entonces– y del que habían vivido y le habían sacado todo el provecho posible, y de pronto se erigieron en los modelos vivos del demócrata dechado de virtudes, y en conferencias de prensa que ofrecían al por mayor vituperaban a las siglas tricolores que anunciaban que en ese momento abandonaban.

Abandonar al PRI, escupirlo, y brincarse al PAN sin ningún escrúpulo se convirtió en una moda. Acostumbrados a que el PRI como dueño de la Presidencia se había mantenido por 71 años consecutivos –aunque con tres nombres y siglas diferentes– en el poder, no imaginaban siquiera en sueños que el Revolucionario Institucional volvería a Los Pinos en apenas doce años más. Y, con sus excepciones, doce años después vinieron de regreso y ahí andan tras el hueso tricolor cada que hay un proceso electoral.

Claro, esa derrota al priismo le sirvió de lección y ahora no es necesario que dirigentes ni militantes de oposición interesados y convenencieros se brinquen al partido en el poder porque hacen más falta en las filas “enemigas” como caballos de Troya, para erosionarlas, para lo cual les pagan –los maicean, se dice en el argot político cual si de animales se tratara– ya sea en efectivo, con concesiones de placas de taxi, con patentes de notarías, con permisos para negocios, etc., con tal de que desde la “oposición” ayuden a mantener al PRI en el gobierno.

Todo eso lo comento motivado por el artículo que publicó ayer en el diario Reforma Jesús Silva Herzog-Márquez con un título más que sugerente: “Desintegrar la indignación”.

Este ensayista, catedrático y académico mexicano se ocupa del tema de las candidaturas independientes e inicia con una sentencia despiadada, demoledora, pero cierta: No hay institución democrática que sea inmune a la perversión, y argumenta sobre cómo cualquier regla, cualquier instituto, cualquier principio del pluralismo puede torcerse en beneficio del autócrata.

Acude al abogado francés Maurice Joly para recordar que en su Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu “vio que se puede desarmar al Congreso para hacerlo inofensivo sin necesidad de clausurarlo. Que la prensa puede ser domesticada sin meter a nadie en la cárcel. Si es cierto que la democracia es el gobierno de la opinión, será cierto también que es el gobierno de las apariencias”.

Entra en el tema. Leamos juntos su razonamiento:

“Romper el cerco de los partidos ha estado en la agenda de la democratización desde hace tiempo. Con buenas razones se ha buscado terminar el monopolio que los partidos tienen de las candidaturas a los puestos electivos. Perforar la partidocracia parece una buena manera de oxigenar la vida pública, de inyectarle nuevos liderazgos, de acercar la representación a la gente. Sobre todo, es una amenaza creíble a las burocracias de los partidos que puede volverlos más atentos a los electores. Frente a la cartelización de nuestro régimen de partidos, las candidaturas independientes son un arma valiosa. No niego el avance que supone la apertura de ese camino para acceder a la representación sin pasar por la aduana partidista. Creo, al mismo tiempo, que son una fantástica herramienta para encubrir patrocinios y bendiciones y que pueden convertirse, paradójicamente, en la salvación de los partidos tradicionales, en especial, del más grande, del que tiene los votantes más tercos, del que cuenta hoy con el aparato federal. ¿Es inocente la súbita conversión de los priistas a la causa de las candidaturas independientes?

En la aparición de una o varias candidaturas sin partido en las próximas elecciones federales está depositada buena parte de la esperanza de los priistas para preservar el poder. No es física cuántica: la estrategia es desintegrar la indignación. En ese cálculo, las cosas marchan bien. La izquierda está peleada, del PAN puede salir algún tránsfuga. No faltan políticos profesionales que sueñan con limpiar su alma con una purísima candidatura ciudadana. El escenario es muy promisorio… para el PRI.

Puede verse ya que la indignación será una energía definitoria en las elecciones venideras. No es un asunto exclusivamente mexicano. La política democrática en todas partes del mundo parece reproducir la misma confrontación: la tradición contra la audacia. La solemnidad contra la irreverencia; la cautela contra el atrevimiento. Los representantes de un sistema político y los que, desde fuera, quieren ocuparlo o destruirlo”.

Cuando la opción antisistema logra concentrarse en una figura, como sucedió recientemente en Nuevo León, puede convertirse en una alternativa imbatible, capaz de desmontar un bipartidismo, en apariencia sólido. En la medida en que las opciones de la indignación se multipliquen, tenderán a diluirse. Por eso los candidatos sin partido pueden salir a la salvación del PRI. Hay vanidosos que desprecian a los partidos que los han formado o que les permitieron llegar al gobierno y fantasean con la opción ‘ciudadana’. No me hace falta un partido, dijo recientemente el alcalde de la Ciudad de México. Esos políticos fatuos pueden ser los tontos útiles de la elección por venir. Recibirán, sin duda, la bienvenida del partido en el gobierno porque a él servirán. A esos engreídos convencidos de que su carisma es tan arrollador que pueden prescindir de una organización estable, se pueden sumar muy pronto los farsantes: candidatos simulados al servicio de algún patrocinador. No sería extraño que en estos momentos se esté ya fabricando en alguna oficina pública un simulacro para pulverizar la irritación.

Nadie sabe a quién sirve. Las candidaturas independientes pueden ser la salvación del más desprestigiado de nuestros partidos políticos”.

Opino, comento: razón no le falta. En Veracruz –como en algunos otros estados del país– no falta mucho para que se definan las candidaturas a gobernador y a diputados locales. Ya el PAN no está de moda porque no está en el poder. Pero se abrió una nueva opción con El Bronco en Nuevo León. No tarda en que veamos cómo todo aquel que no resulte postulado candidato por su partido se vuelva “independiente”, con lo que ayudará a fragmentar y a pulverizar el voto, que es lo que más le conviene al PRI para continuar en el poder.

Por eso mismo desde el poder priista los van a alentar y a patrocinar, como dice Silva Herzog-Márquez. Muchos en realidad querrán ser verdaderamente independientes y otros los serán simulados, pero de que le van a servir al sistema, le van a servir, como le sirven hoy los remedos de partido de “oposición” que fueron creados con el patrocinio oficial para fragmentar el voto opositor y a favor del PRI. Pero es y será la moda en 2016.

El ruego de la grey católica de Xalapa

El vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, presbítero José Manuel Suazo Reyes, me mantiene al tanto del proceso para beatificar al padre Juan Manuel Martín del Campo. Ya una Comisión de Teólogos votó favorablemente el 25 de noviembre del año pasado y este martes toca a los cardenales dar su veredicto. A toda la grey católica de Xalapa deseo que sea escuchado su ruego. Los buenos ejemplos deben servirnos de ejemplo.

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