Cómo partir el pastel

- en Opinión

Filiberto Vargas Rodríguez / Nadie ha instruido a los senadores José Yunes y Héctor Yunes a que se sienten a negociar y repartirse las dos próximas candidaturas al gobierno de Veracruz.

Ambos son senadores, ambos priistas, ambos aspiran a gobernar esta entidad, coinciden en que debe haber juego limpio, respeto, en la carrera por la candidatura. Que se sienten a dialogar es muy común, casi cotidiano.

Sin embargo, la posibilidad de que desde Los Pinos o desde el comité nacional del PRI los conminen a alcanzar un acuerdo para definir entre ellos las dos próximas candidaturas (la del 2016 y la del 2018), tampoco está descartada, aunque para ello se requeriría que los otros aspirantes reconozcan que Pepe y Héctor son las dos mejores opciones.

Nadie busca una gubernatura con los ojos cerrados. Todo el que aspira analiza antes si existen posibilidades reales de conseguir el triunfo.

Basado en esas mediciones, las suyas, las que él ha mandado a hacer, el legislador Héctor Yunes Landa se atreve a asegurar que en la carrera por la candidatura del 2016 sólo existen dos competidores: él y su compañero de bancada José Yunes.

Es una afirmación temeraria. Las encuestas no son el único elemento a considerar para definir al abanderado del PRI. Quizá sea el método más justo, pero para la toma de este tipo de decisiones se suelen considerar otros argumentos, como la empatía con la administración federal, o con el gobernador saliente, o el perfil profesional, para llevar al gobierno a quien sea capaz de hacer un buen papel en esa responsabilidad.

Que Héctor Yunes diga que serán las encuestas las que definan al candidato no es más que una bravata, una declaración que tiene como fin hacer presión sobre los que deciden.

En algún momento José Yunes Zorrilla dijo que vislumbraba el riesgo de ser víctima de un veto y advirtió que de ser así, analizaría la conveniencia de buscar otras rutas. Su mensaje tenía como fin desalentar cualquier intento de boicot. No significaba que ya estuviera buscando otro partido u otro camino a la gubernatura.

Lo cierto es que en la política, el hecho de que no haya señales es ya, por sí mismo, una señal.

Cada declaración de los que aspiran, cada reunión, cada encuentro, es para la clase política de Veracruz una pista. Hay quienes se dedican a coleccionar todos esos “mensajes cifrados” para construir, como en un rompecabezas, la identidad del próximo gobernador. La metodología es, sin embargo, muy vaga, carente de fundamento teórico y le da más peso a las percepciones que a los hechos.

Los dos senadores, efectivamente, encabezan todas las encuestas y mantienen un fuerte activismo en la entidad. Para muchos, para la gran mayoría de los priistas, de entre ellos dos habrá de salir el próximo candidato.

Hay otros –cada vez menos- que opinan que el gobernador Javier Duarte, quien ha demostrado gran pericia en los temas electorales, habrá de influir en su relevo y empujará a uno de sus colaboradores más cercanos.

Las versiones más recientes hablan de que en el mes de octubre se darán los primeros pasos para la definición del candidato. El aspirante más fuerte será llevado por el dirigente nacional del PRI,  Manlio Fabio Beltrones, a una reunión privada con el Presidente Enrique Peña Nieto. Ahí se tomarán las decisiones. A partir de ese momento se iniciará la tarea de convencer a los otros aspirantes de que se tomó la mejor decisión y que lo mejor que pueden hacer es sumarse al proyecto tricolor.

Pepe y Héctor no se han repartido las candidaturas, lo que no quiere decir que no vaya a suceder.

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