Cambia el juego

Duarte
Javier Duarte de Ochoa
- en Opinión

Filiberto Vargas RodríguezDe pronto, la cuna empieza a moverse, con mucha sutileza, un vaivén apenas perceptible. Alguien la está moviendo. Una mano que es capaz de cambiar el escenario electoral en Veracruz.

Enredados en los temas financieros, en el seguimiento al crimen de Narvarte y distractores como el nuevo reglamento de Tránsito o la estatua de Porfirio Díaz, los veracruzanos estamos pasando por alto el sutil cambio de barajas en la carrera por la candidatura priista al Gobierno de Veracruz.

De forma paulatina, pero cada vez más consistente, surgen versiones que confirman en la carrera por la sucesión a los llamados “locales”, los que han surgido de la actual administración estatal y que sin los reflectores que tienen -por su cargo- los senadores veracruzanos, han ido construyendo sus propios argumentos para participar en el relevo del próximo año.

No se trata sólo de los cuatro que fueron mencionados por su especial cercanía con el Gobernador Javier Duarte (Érick Lagos, Alberto Silva, Jorge Carvallo y Adolfo Mota) sino, incluso, los que han sugerido la idea de tomar otros rumbos para alcanzar el mismo objetivo, como Gerardo Buganza y su eventual candidatura independiente, o Tomás Ruiz, quien busca convertirse en opción “desde adentro”, o hasta los delirios de poder e impunidad de Renato Tronco.

Los antecedentes más cercanos indican que el Presidente Enrique Peña Nieto, el Gran Elector en la ortodoxia tricolor, toma en cuenta la opinión de los gobernadores priistas cuando se dan procesos sucesorios estatales.

En algunos casos esa fórmula le ha funcionado, en otros no.

No hay elementos en la actualidad que sugieran que el primer priista del país vaya a cambiar el método para el 2016, mucho menos en una entidad como Veracruz, que en el más reciente proceso electoral, el de diputados federales, entregó cifras muy positivas.

Es, pues, muy viable que la voz de Javier Duarte sea escuchada en el altiplano al momento de definir el candidato para sucederlo.

Lo que el gobernador de Veracruz ofrece es una sólida estructura electoral que se mueve en función de sus intereses, por lo que garantiza, con cifras en las manos, que hará ganar al abanderado priista en el 2016… siempre y cuando se apegue a un perfil específico.

La reacción lógica de los dos senadores veracruzanos del PRI, será de rechazo. Un candidato propuesto por Javier Duarte significaría –según sus cuentas- dos años más de fidelismo en la entidad, y ellos no están dispuestos a permitirlo.

Hay, sin embargo, formas para convencerlos.

Para garantizar que la competencia siga siendo pareja hasta el 2018, cuando los dos representantes de la Cámara Alta buscarían la gubernatura por seis años, ambos serían convocados a sumarse a la campaña del candidato local, en tareas sustantivas, y para los dos habría posiciones estratégicas en el gobierno de transición.

Lo cierto es que ninguno de los senadores está interesado en gobernar sólo dos años, pero ambos entienden que la sucesión del 2018 se está definiendo desde ahora, y si no mueven con tino sus fichas, se quedarán como el perro de las dos tortas: Sin la de dos y sin la de seis.

Javier Duarte está haciendo su jugada. Sin mostrar abiertamente a un “favorito”, los ha motivado a todos para que se muevan, para que construyan sus argumentos y se presenten bien vituallados al momento de la definición.

Las barajas de la sucesión están cambiando.

Alguien metió sus dedos bajo la manga, en busca de una carta que nadie espera.

Habrá que estar atentos.

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