Jorge Díaz Bartolomé / Xalapa, Ver. El manjar que alegra los sentidos inicia como una bebida doméstica que se consumía varias veces al día, principalmente en las mañanas para las familias de escasos recursos; la gente acomodada podía darse el lujo de consumir varias jarras al día: en el desayuno como estimulante, en el almuerzo, después de la comida como digestivo, a media tarde y en ocasiones en la noche con piezas de pan, adornadas con figuras de azúcar. Las visitas siempre eran bien recibidas con una taza de de chocolate, para celebrar un acontecimiento o simplemente las acostumbradas tertulias de principios del siglo XX. Con seguridad debieron existir pequeños talleres en las grandes urbes de la Nueva España, donde se producía aquel suculento manjar, comercializado también en pastillas por las calles.
Antes de la llegada de los conquistadores, el chocolate se tomaba con agua, a partir de entonces comenzó a mezclarse con leche, incrementando con ello su sabor y acentuando el gusto por aquella bebida. Su elemento básico es el cacao que sirvió de moneda de cambio entre los totonacas. En su momento, Mexico le dio fama mundial al chocolate, pero ahora ya no es tan representativo, siendo superado por los europeos, como Suiza, España y Francia, por mencionar algunos. En la actualidad para abaratar el chocolate, las fábricas agregan azúcar, mientras más amargo sea, menos cantidad de azúcar tiene.
La fábrica “La Locomotora” en Xalapa es sin duda una de las más antiguas de la región, inicia actividades en la década de los sesenta del siglo XIX, a iniciativa de un comerciante español, emprendedor como muchos otros de la época. Fue instalada en la calle Principal -antiguo Camino Real-, llamada en su momento Francisco Díaz Covarrubias, actualmente Xalapeños Ilustres; el establecimiento funcionaba también como una pequeña posada para dar atención a los viajeros que iban a la ciudad de México. El clima de neblina y chipi chipi de Xalapa siempre invitaba a degustar una taza de chocolate.
Con el tiempo, don Manuel Lazo, también de ascendencia española y abuelo de la actual generación de la familia Lazo Villegas, compra el establecimiento y continúa con la tradición de elaborar chocolate en el mismo sitio. Con el paso del tiempo, con la finalidad de modernizar y ampliar la fábrica, uno de sus hijos se establece definitivamente en la actual esquina de Dr. Lucio y Poeta Jesús Díaz – antes de ser construido el puente Xallitic. Por el ruido que hacía y por las materia prima que llegaba por ferrocarril, la gente del rumbo comenzó a llamarla “La Locomotora”.
Más allá de cualquier anécdota citadina, el chocolate es popularmente una bebida reconfortante y un alimento capaz de vigorizar la alegría espiritual.
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