Aurelio Contreras Moreno / Una de las puntas de lanza del sistema globalizado neoliberal es la operación de empresas transnacionales cuyas sedes se encuentran en los países más desarrollados, pero que hacen grandes negocios en las naciones más pobres.
Una definición de las empresas transnacionales es que son aquellas que producen en más de un país, que exportan e importan, lo que trae como consecuencia el incremento en los flujos de inversión extranjera directa. Estas compañías desbordan las fronteras nacionales y están encaminadas a quitar cualquier obstáculo a la expansión y libre movimiento de los consorcios que las respaldan.
Se trata de sociedades con actividades en varios países pero cuyas decisiones y estructura están concentradas en provecho de un único país, o por lo menos de unos pocos. Además, dominan las industrias globales y son las responsables de la integración económica mundial, ya que son el vehículo de la inversión extranjera.
Las transnacionales son la unidad económica típica y central del capitalismo contemporáneo, y buscan siempre ventajas comparativas que les permitan reducir costos para estar en condiciones de mantenerse competitivamente en el mercado mundial.
El objetivo principal de las transnacionales es la obtención del máximo de beneficios en el mínimo de tiempo, en la lógica de la economía capitalista globalizada y de la ambición de poder y riqueza de sus propietarios. Y por ello encuentran muchas veces rechazo u oposición en los países donde se instalan, ya que en su afán de rentabilidad, pasan por encima de los derechos individuales y colectivos de las poblaciones donde se asientan.
Nestlé, la compañía procesadora de alimentos más grande del mundo, es también una de las transnacionales más poderosas del orbe, así como de las que más críticas reciben por sus controversiales formas de producción, en las que explotan los bienes naturales de las regiones en las que se asientan, pagando bajos salarios y reventando a los productores agrícolas locales, que no tienen manera de competir contra este gigante. Incluso, ha recibido denuncias y demandas por explotación infantil en países africanos, donde las regulaciones son mínimas o de plano inexistentes.
El pasado mes de diciembre, los gobiernos federal y estatal hicieron un anuncio conjunto: Nestlé –que ya cuenta con una planta en el municipio de Coatepec- abrirá otra más en el estado de Veracruz, lo que fue celebrado como el primer gran logro de la “cuarta transformación”, pues implicaba una inversión de 154 millones de dólares para la entidad, misma que además se reflejaría muy bien en los indicadores macroeconómicos.
Sin embargo, los cafeticultores veracruzanos no piensan lo mismo. De inmediato salieron a protestar, pues afirman que Nestlé manipula los precios en perjuicio de los productores e incluso desplaza al grano de café originario de las regiones para en su lugar utilizar uno de menor calidad y valor.
Como las protestas no han cesado, el gobierno de Cuitláhuac García recurrió a una táctica muy priista: buscar asociaciones de membrete que salgan a defender y aplaudir las bondades de la gestión de las autoridades. Y qué mejor que hacerlo con un “reconocido” –por aquello de que no puede negar su origen- priista como el ex diputado y ex líder cenecista Constantino Aguilar Aguilar, quien ahora es dizque presidente de una fantasmagórica asociación de nombre “Consejo Nacional Independiente de Campesinos y Ecologistas” –que ni es nacional, ni es independiente, ni es ecologista. Y en una de ésas, ni campesinos tiene-, y que salió a “aplaudir” la llegada de Nestlé y a “apoyar con todo” al “señor gobernador” y al Presidente de México.
Y hablando del primer mandatario, Andrés Manuel López Obrador también salió a defender la instalación de la nueva planta de la transnacional suiza. Durante su conferencia mañanera de este martes, el Presidente de la República afirmó que “necesitamos la inversión privada, nacional y extranjera”, pues “no basta con la inversión pública para sacar adelante al país, necesitamos crecer”.
Incluso, aludió a los pronósticos de crecimiento para México que hizo otro de los emblemas del neoliberalismo: “¿no ven lo que dice el Fondo Monetario Internacional, que no vamos a crecer? Necesitamos crecer y para crecer se requiere inversión pública. Inversión privada, nacional, pero no solo eso, se requiere la inversión privada extranjera”.
Según López Obrador, los productores de café recibirán apoyo “como nunca lo han recibido en la historia del país”, ya que se sembrarán “150 mil hectáreas” del aromático como parte del programa “Sembrando Vida”.
Y entonces mencionó una inversión de parte de Nestlé tres veces mayor a la anunciada en diciembre: “son 10 mil millones de pesos, son 500 millones de dólares”. Y remató: “lo que estamos buscando es mezclar inversión porque se necesita, necesitamos crear empleos. Los programas sociales ayudan, pero necesitamos echar a andar la economía, que haya crecimiento, que haya empleo”.
Así que ya lo sabe. Cuando sirve a la imagen del gobierno, hay un “neoliberalismo bueno”. Ya vendrá el Presidente a Veracruz a explicárselo a los “confundidos” productores.
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