Édgar Landa Hernández / Los seres humanos hemos sido dotados de cualidades y características, que a lo largo de nuestro recorrido lo empleamos según nuestra conveniencia, sin dejar de ver intereses que se aproximen a ayudar al prójimo, claro está, cuando se respeta las diferencias de cada quien.
Cada ser tiene una propuesta, cada persona trae consigo dones que podrán explotar cuando así lo requiera, o cuando por sus necesidades las descubra poco a poco. Las habilidades ahí están, simplemente hay que desarrollarlas. ¿Cómo? Pues en base al trabajo diario, a ejercer una disponibilidad consigo mismo y por consecuencia hacer emerger nuestro don.
Convertir nuestras destrezas en el pulimiento de nuestras vidas ¡es descubrir que estamos hechos para lo grandioso.
¡Dejar huella!
Todos y cada uno de nosotros traemos un genio, un artista y un artesano. Todo depende cual se acerque más a nuestra realidad y a nuestra convicción.
Cuando recreamos al genio que llevamos dentro, seguimos nuestras corazonadas y en un abrir y cerrar de ojos ¡ahí está la idea! se plasma de una forma que es instantánea, surgen los conceptos como por arte de magia y creamos de una forma exacta y sin tantos formulismos. ¡Todo es perfecto!
Caso contrario al artista que llevamos dentro, cuando lo dejamos salir a flote, convertimos nuestras obras algo digno de representar, se elaboran las ideas, se construyen bosquejos y al final de la obra, nos volvemos a encontrar ese pequeño defecto que no gusta y nuevamente recurrimos al principio para darle un acabado mejor, hasta decir ¡he aquí mi obra maestra!
Y por último, cuántas veces no nos hemos convertido en artesanos, simplemente hacemos nuestras obras y así, en serie las dejamos recorrer el sendero de lo ordinario, sin apenas darnos cuenta que olvidamos darle un toque especial, a observar y poner empeño a corregir los errores. Nuestra representación es a secas, ¡eso!, una simple representación.
¡Todos somos genios, artistas y artesanos!
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