En México hay dos tipos de maestros, uno pertenece a un sindicato domesticado que se encuentra en un callejón sin salida, ya que como apéndice del Gobierno Federal siempre estuvo subordinado a las órdenes del poder en turno. Hoy que su alma páter ha perdido el control del poder político, se enfrentan a un futuro incierto, sin embargo, ya son pocos los que siguen creyendo y confiando en sus líderes, la gran mayoría ha buscado otras alternativas.
El otro grupo de maestros, aunque forma parte del sindicato, busca la democratización de un ente que no dio resultados tangibles en lo que a defensa laboral se refiere. Es un hecho que el SNTE está herido de muerte, es un gigante que se duele de la herida que le propinaron sus propios agremiados. El maestro, como agente de cambio y promotor de la democracia, no se quedó con los brazos cruzados, buscó cobrar la factura que estaba pendiente.
Si de algo se jactaba el SNTE era precisamente del control férreo que tenía sobre los maestros, mediante chantajes, cambios de adscripción, promociones, horas-semana-mes, los seccionales en las 32 entidades federativas, obligaban a los maestros a asistir a las concentraciones partidistas, mediante sus líderes regionales. Hoy que el PRI está relegado y se encuentra en el sótano de las preferencias, este organismo político ya no puede repartir nada, es más, no tiene ni para pagar la nómina de sus empleados ni la renta de sus edificios.
Esta situación afecta al SNTE, éste se encuentra desprotegido, ya no puede apelar a la unidad de sus maestros, éstos han abandonado a Nueva Alianza y actualmente forman parte de la estructura de Morena. Ese es el precio que pagaron al SNTE por la traición del 2013, donde aplaudieron la mal llamada Reforma Educativa y les dio la espalda a los maestros.
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