Los que antes apapachaban a Eva Cadena, ahora la disculpan diciendo que le tendieron una trampa. Como si los culpables fueran los que le tendieron la trampa, como si ella no lo hubiera podido evitar, como si tuviera discapacitada la honestidad. Eva Cadena cayó en la trampa porque no tiene principios, porque ella no es militante original de Morena, porque ella es una saltimbanqui que viene del PAN.
Ahora ella misma en su disculpa dice que no es nadie para López Obrador, que apenas cruzaron un simple «hola señor», que para nada es de sus confianzas. Pero bien que la apapachó AMLO el pasado 8 de abril, pero bien que la defendió y avaló su candidatura. López Obrador puede presumir su honestidad, porque hasta el momento nadie, a pesar de lo que se diga, ha demostrado que sea corrupto.
Pero AMLO no puede defender la honestidad de los demás, ni de Manuel Huerta ni de Cuitláhuac García ni de Rocío Nahle ni de Eva Cadena, porque ya vio que con ellos se puede llevar una desagradable sorpresa.
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