Rafael Pérez Cárdenas / De aquí al domingo, tendremos en Veracruz a Andrés Manuel López Obrador como huésped distinguido. Es la segunda visita que realiza en cosa de semanas y fiel a su estilo, lo hace a ras de piso, en terracería, puebleando, pero sobre todo, tomando la decisión sobre quiénes serán los candidatos de Morena a las presidencias municipales veracruzanas, ejerciendo una singular democracia imperial.
No es casual la presencia reiterada del tabasqueño en tierras jarochas. Los resultados de junio pasado convirtieron a su partido en una rentable franquicia, en la segunda fuerza política de Veracruz y del Congreso. Hoy las encuestas electorales marcan tendencia en su favor y los yerros del gobierno estatal empiezan a impulsar la simpatía de los indecisos hacia Morena. Ya olió la sangre y esta vez no dejará escapar a su presa.
El Peje es un animal político. Ha vivido todo y de todo; ha perdido dos campañas presidenciales y ha sabido reconstruirse a pesar de él mismo. Hoy vuelve a ser el personaje político más influyente del país. Y en ese contexto, sigue allanando el camino –con la involuntaria ayuda del PRI y el PAN- rumbo a la Presidencia de la República. Nada de lo que haga o diga debe extrañarnos.
Sin embargo, de quien sí se extraña su comportamiento frente al dirigente nacional de Morena es del Gobernador Miguel Ángel Yunes. Tal vez por ser el mandatario estatal, empieza a cometer los mismos errores que cometen los gobernantes frente a sus opositores. Los mismos errores incluso, que cometió Javier Duarte y que finalmente impulsó a Yunes al Palacio de Gobierno.
El primero de ellos es el posicionamiento mediático. Cuando Miguel Ángel Yunes era un ciudadano común –aún no alcanzaba su última curul en San Lázaro-, Javier Duarte y su pandilla de novatos se dedicó a denostarlo de tal manera, que lo mantuvieron vivo y encumbrado en los medios nacionales. A cada descalificación pública, el hoy gobernador tenía la excusa perfecta para reclamar derecho de réplica. No gastó un centavo para mantenerse en el imaginario de la gente como un justiciero del desastre del duartismo fiel.
Hoy, cuando el Peje y Morena no cuentan con recursos para contratar medios de comunicación –cosa que tampoco les interesa-, han logrado una gran presencia mediática resultado ¿de qué creen? Exacto, de las acusaciones y desafíos que lanza Miguel Ángel Yunes cada que pone un pie en Veracruz. López Obrador cuenta con una gran cobertura informativa gracias al gobernador veracruzano, quien parece no aprendió de sus aciertos en campaña.
Miguel Ángel Yunes es el gobernador, por tanto, sobran las bravatas que tan útiles le resultaron en campaña. En cambio, AMLO –como Yunes en su momento- es el opositor oficial que tiene la libertad de decir lo que sea sin necesidad de demostrarlo. De señalar errores –reales o imaginarios- sin tener que ofrecer soluciones, porque al fin y al cabo no es gobierno. Puede descalificar porque está en una eterna campaña política, mientras que el activismo del Gobernador hoy resulta injerencista y electorero, cosa que no le van a perdonar, como no lo hicieron con Duarte.
Dirán que debe defenderse de los ataques. ¡Por supuesto! Pero lo está haciendo de la misma manera que cuando él mismo era denostado por el régimen duartista. Y ahí están los resultados. La credibilidad de la gente parece empecinada en acompañar al opositor del gobierno.
El segundo tema es precisamente el debate. Es una regla de oro en la política que el puntero en las encuestas electorales –aunque aquí no se trate formalmente de candidatos- jamás se va a arriesgar a un debate público donde las posibilidades de perder sean mayores a las de obtener un beneficio. Eso lo saben muy bien ambos personajes.
Y en eso consiste el error estratégico de Miguel Ángel. Cuando el mandatario convoca a un debate público para aclarar las descalificaciones mutuas, en realidad lo que está haciendo es reconocerle a Andrés Manuel y a Morena su condición de puntero. El Gobernador no está para debatir, es la autoridad, y por tanto, si sus dichos son fundados, está obligado a ejercerla. Pero al perecer sigue en campaña, sólo que ahora representa al oficialismo y nadie se lo ha dicho.
Ayer López Obrador se regodeó con una retahíla de ocurrencias en contra del mandatario. “Está acostumbrado a manipular, sobornar y corromper a los partidos políticos”; “Enrique Peña y Yunes tiene un pacto para dejar sin efecto cuatro denuncias por corrupción, lavado de dinero y peculado”. El Peje no tiene que comprobar nada, basta con decirlo para lograr los reflectores.
Y si Andrés Manuel no paga impuestos al SAT –como acusa Yunes Linares- es algo que deberá de aclarar y sancionar la propia dependencia, cosa que no ha hecho; por tanto, en boca del Gobernador, suena a una ocurrencia infundada, abonando a la victimización del tabasqueño.
Si Miguel Ángel le debe una buena parte de su triunfo a Javier Duarte, ahora parece querer devolver el favor en la persona de Andrés Manuel López Obrador.
Las del estribo…
- No habrá un solo centavo en el presupuesto para medios de comunicación. La lógica es sencilla: no los necesité para ganar, no los necesito para gobernar. Más temprano que tarde se darán cuenta que no es lo mismo ser oposición que gobierno.
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