Armando Ortiz / Las canciones de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, nos hicieron más grata la infancia. En Xalapa todas las mañanas nos despertaba la famosa “Legión infantil de madrugadores” para que nos arregláramos antes de ir a la escuela. Mientras nos acicalábamos nos gustaba escuchar las canciones de Cri-Cri: “El ratón vaquero”, “El chorrito”, “La muñeca fea” el “Baile de los muñecos” “Los tres cochinitos” y por supuesto “Caminito de la escuela”.
Algunos adultos hoy viven con la fijación de esas canciones, es por ello que muy de temprano se han levantado para ir “Caminito a elecciones”. Y es que con esto de que todo mundo siente que tiene vocación de servicio, pues todo mundo quiere ser servidor público.
Un servidor público, habría que recordar a todos los que busca serlo, es una persona que se emplea para brindar un servicio a los ciudadanos; desde el puesto o la trinchera que le toque. Un presidente de la República, un regidor, un director de oficina o jefe de departamento, todos ellos son servidores públicos. Bueno, si lo pensamos mejor, hasta un periodista es un servidor público, pues con su labor coadyuva con un gobierno para brindar el derecho a la información.
Extraña pues que tanto sujeto quiera ser servidor público, si por definición el sujeto quedaría como empleado de los ciudadanos. ¿A poco tanto huevón quiere ser empleado de los demás? La explicación puede estar en lo distorsionado del servicio público en nuestro país.
En México una persona común obtiene un cargo como servidor público y de inmediato deja de tocar el suelo. Sus actitudes cambian; sus atenciones y cortesías cambian; su forma de vestir y hasta su forma de tratar a las personas cambia. Cómo ha de afectar ser servidor público en este país que hasta la persona cambia sus gustos y sus amistades. En resumen, una persona común, sin preparación, una vez que se hace servidor público, cambia su forma de ver la vida. Porque en México el servidor público se sirve del público.
Para agravar más el concepto de servidor público, en Veracruz tuvimos dos sexenios en los que el servidor público fue más allá de servirse de los ciudadanos. En estos dos últimos sexenios los servidores públicos, a quienes se les encargó un presupuesto que debería ser para el beneficio común, fue tomado como patrimonio personal. Hubo casos verdaderamente lamentables de servidores públicos que primero hacían cálculos de todo lo que se podían robar y ya lo que les sobrara era para el beneficio de la comunidad.
Por supuesto de esas prácticas no quedaron exentos los alcaldes. No por nada los organismos auditores tienen tanto señalamiento por el presupuesto mal ejercido de sus municipios. No obstante estos señalamientos, pocos alcaldes son llamados a cuentas, pocos son encarcelados por el saqueo en su municipio, muchos logran pagar a los auditores para que les acomoden las cuentas y con ello consiguen impunidad.
Impunidad, esa es la palabra clave en el sistema político mexicano; impunidad, ese es el santo al que se encomiendan los servidores públicos que han robado y esa es la medallita que llevan colgada en el cuello muchos aspirantes a servidores públicos.
Por eso hay tantos que buscan una alcaldía, una diputación, una senaduría, una gubernatura o una presidencia de la República, porque saben que de llegar ahí se pueden servir a manos llenas.
“Caminito a elecciones, apurándose a llegar,/con sus firmas bajo el brazo, va todo el reino animal./El ratón que ya ha robado, ya se siente pavo real./Y en la boca lleva el perro, el hueso que va a tragar./Cinco mapaches bien amañados,/alzando los pies,/van para el OPLE entusiasmados de ir por primera vez./Caminito a elecciones, porque no quieren perder,/van todos los animales, los que no tienen qué hacer./El camello con mentiras y la vaca lleva más,/y un pequeño elefantito da su moche pa’ pasar./No falta el león, monos también;/y hasta un tiburón./Porque si ganan siempre que quieran/pueden robar mejor./La nauyaca por escrito/ha pedido a Santaclós/que la ayude a hacer timos/para ganar la elección,… para ganar la elección”.
Y ahora sí, en épocas de elecciones todo mundo, como en la canción de Cri-Cri, cada miembro del reino animal, desde ratones, vacas, mapaches, chivos, chachalacas, tlacuaches y demás fauna nociva, agarra caminito a elecciones (A ritmo de la canción original):
Digo, con el perdón de Cri-Cri.
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